La puerta está entreabierta
De una en una, entran ideas al templo.
Molde y Reloj son hermanas.
Celda y Altitud se saludan.
Catre está sonrosado.
Plomada exige lo justo.
Torre y Virtud se presentan.
Damasco perdona al verano.
La puerta está entreabierta.
Dolor tiene sus ojos cerrados.
Herida ha sellado su pena.
Llanura nos cede su amplitud.
Bufanda y Tilde comienzan su boda.
Multitud celebra y danza.
Oído y Canción están
de fiesta.
D
La D (de) es
la quinta letra con más palabras recogidas en el diccionario académico que
empiezan por ella: 5.793, un 6’58%.
Procede de un ideograma
egipcio que representa una puerta con una forma triangular que en efecto
recordaba el trozo de piel que cerraba la puerta de las tiendas de campaña. Los
fenicios la adaptaron simplificándola y le dieron el nombre de dalet (también
los hebreos), que quiere decir ‘puerta’. Los griegos la tomaron
llamándola delta, redondeándola en una de sus variedades. Así la
adoptó el alfabeto latino, creando además una minúscula (d) por
acomodación de la mayúscula a la escritura práctica. Y así llegaron la
mayúscula y la minúscula al español.
Su sonido es muy parecido al
de la t, pero más suave (al pronunciar la t no
vibran las cuerdas bucales, que sí lo hacen al pronunciar la d).
Esta diferencia tan sutil explica que algunas palabras latinas cambiaran sus
tes por des al ser adoptadas por el romance
castellano: PATER > padre, MATER > madre,ACŪTUS > agudo, PRATUM > prado…
No ocurrió así con el latín TRITĬCUM, cuya evolución fonética en el
español fue trídigo > tridgo (hacia 1100) > trigo.
En nuestro idioma, el sonido de esta letra se relaja unas veces hasta
desaparecer y otras veces sufre transformaciones que la disimulan. La d en
las palabras que acaban en ~ado y la que aparece al final de
una palabra (ardid, merced, ataúd) se pronuncian muy poco o nada.
Una d que
acabó desapareciendo fue la de odir (procedente del
latín AUDĪRE), plasmada con frecuencia en el Cid y los
textos de Berceo; pero pervive en todos sus derivados cultos: audible,
audición, audiencia… Lo mismo sucedió con la d de paradiso (voz
de origen iránico que nos llegó a través del avéstico, el griego y el latín),
perdida entre el Cid y Berceo; pero que se mantiene en su
derivadoparadisíaco. Y también con la palabra radiz (Berceo
la escribe con y sin d), procedente del latín RADIX, ~ĬCIS,
que ha quedado reducida a raíz, aunque no así su derivado radical.