He visto a Pedro cruzar la Alameda
trazando su rayo con tela de turbante.
Lo vi alzar su espíritu contra el aguacero.
Siempre más valiente que un poema.
Entrañable como sol de invierno.
Bendito entre
locas y esperanzas.
He visto a Pedro escribiendo horizontes
ebrio de tanto coraje
altivo guerrillero del aire
incansable en lo nuestro
bolero que abisma
antiguo trovador de la sangre.
Se notra su ausencia en la belleza de Chile.
En el noble sabor de los tomates.
Agua dura del océano.
Talento nacido en la carencia.
Cartagena. El Puerto. Santiago.
La noche enamorada de su gracia.
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