Papá, me recuerdas?
Si lo deseas, nombraré los árboles
que una quieta mañana
me obsequiaste
en este fecundo huerto,
justo aquí,
donde abunda el trabajo y la luz.
Yo era un niño,
te seguía
y te los iba pidiendo uno tras otro.
Tú, al pasar entre ellos,
mostrabas cada mata
y me decías su
nombre.
Fueron trece perales,
diez manzanas y
cuarenta higueras;
y me ofreciste además,
cincuenta líneas de parronales,
vides que heredan el vigor de tus manos,
productivas en distintas épocas,
apuradas por los rayos del sol.
Mientras Ulises hablaba,
Laertes perdía el control de sus rodillas
y recordaba en su cuerpo
cada una de las señas
enunciadas por su hijo
como si aquella mañana de Ítaca
nunca se hubiera extinguido.
Este texto conversa con "La Odisea", obra atribuida al mítico Homero en el siguiente pasaje del Canto XXIV, en traducción de Lios Segalà y Estalella.
331 —Primeramente vean tus ojos la herida que en el Parnaso me hizo un jabalí con su blanco diente, cuando tú y mi madre veneranda me enviasteis a Autólico, mi caro abuelo paterno, a recibir los dones que al venir acá prometió hacerme. Y, ea, si lo deseas, te enumeraré los árboles que una vez me regalaste en este bien cultivado huerto: pues yo, que era niño, te seguía y te los iba pidiendo uno tras otro; y, al pasar por entre ellos me los mostrabas y me decías su nombre. Fueron trece perales, diez manzanos y cuarenta higueras; y me ofreciste, además, cincuenta liños de cepas, cada uno de los cuales daba fruto en diversa época, pues hay aquí racimos de uvas de todas clases cuando los hacen madurar las estaciones que desde lo alto nos envía Zeus.
345 Así le dijo; y Laertes sintió desfallecer sus rodillas y su corazón reconociendo las señales que Odiseo iba describiendo con tal certidumbre. Echó los brazos sobre su hijo; y el paciente divinal Odiseo trajo hacia si al anciano, que se hallaba sin aliento. Y cuando Laertes tornó a respirar y volvió en su acuerdo, respondió con estas palabras:
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