De todas estas alegrías, me queda poca cosa;
a menudo esto me apena, pues le temo al silencio,
ser una foto en el hogar de mis hijos,
adelgazar como sombra en la memoria de los míos,
quedar mudo , ciego y sordo en un oscuro cuarto
allí donde nadie bebe, ni ama, ni abre su puerta al deseo.
Este texto conversa con
Anacreonte en:
I
¿A qué me instruyes en las reglas de la retórica?
Al fin y al cabo, ¿a qué tantos discursos
que en nada me aprovechan?
Será mejor que enseñes a saborear
el néctar de Dionisios
y a hacer que la más bella de las diosas
aun me haga digno de sus encantos.
La nieve ha hecho en mi cabeza su corona;
muchacho, dame agua y vino que el alma me adormezcan
pues el tiempo que me queda por vivir
es breve, demasiado breve.
Pronto me habrás de enterrar
y los muertos no beben, no aman, no desean.
II
De la dulce vida, me queda poca cosa;
esto me hace llorar a menudo porque temo al Tártaro;
bajar hasta los abismos del Hades,
es sobrecogedor y doloroso,
aparte de que indefectiblemente
ya no vuelve a subir quien allí desciende.
En la imagen, "Anacreonte sacando una pluma a Eros", escultura conservada en el Louvre.