El origen mítico de la ola de protestas que recorre el mundo se encuentra el vendedor de frutas tunecino Mohamed Bouazizi inmolado a lo bonzo el 17 de diciembre de 2010 debido a la inclemente fiscalización de la Autoridad Sanitaria y los abusos de la policía.
Como si se tratara de cartas de dominó, este movimiento fue imitado en la costa del Mediterráneo, derribando jerarcas acostumbrados a fabricarse elecciones periódicas en el propio Túnez y en Egipto, convirtiéndose en enfrentamientos particularmente sangrientos en Siria y Argelia, emparentándose con revueltas ciudadanas en lugares apartados como Canadá – con un fantástico beso incluido- China y Chile.
En Siria y China, las revueltas han tenido poco eco en la prensa de los países en que se oculta el sol, probablemente por el valor estratégico de ambos gobiernos. Uno que implica cierta precaria estabilidad en el vecindario de Israel y otro que garantiza una locomotora económica que causa entre otras cosas, altos precios en las materias primas sudamericanas.
Las características comunes de este movimiento florecido en la primavera boreal son: su desarrollo desde las bases sociales sobrepasando a las estructuras políticas tradicionales; empleo de las redes virtuales como espacio de organización; efecto mimético universal; y ocupación de las plazas públicas como expresión material y simbólica del poder de las masas.
Pese al auge conservador presente en nuestro país desde 1997- coronado por la elección de Piñera- el malestar comenzó a cobrar fuerza tras el intento de aprobar una Planta Termoeléctrica en la cercanías de la maravillosa Punta Choros y se fue incrementando con los episodios de HidroAysen; descriterio de la intendenta penquista; aumento sostenido en el precio de los alimentos; Bielsa traicionado;huelga de hambre mapuche, encarecimiento frustrado del Gas en Magallanes; aprobación de una Ley General de Educación a la medida de los poderosos, suscrita por toda la “clase política”; proyecto de extensión del Postnatal a cambio de su focalización y precarización; incumplimiento de la promesa electoral hacia la comunidad gay; fraudes masivos en el MOP y La Polar; descalabro en toda la Educación Pública y abuso de la Educación Superior privada, que salvo honrosas excepciones es cara, de mala calidad y constituye un mero negociado ajeno a todo fin superior del ser humano.
¿Qué podemos esperar para Chile en las próximos meses?. La respuesta m parece evidente.- Lo esperable es que desde la primavera se produzca la ocupación masiva de las plazas y la focalización de las demandas hacia una reforma constitucional que desplace a la autodenominada “clase política” y permita una República más participativa, sana y justa. Los epicentros deberían ser Punta Arenas, Concepción, Talca, Santiago, Valparaíso, Serena, Calama, Iquique y Arica.
¿Tendrá éxito este movimiento?.- En el aspecto regional la situación no es favorable a los indignados criollos, precisamente porque Brasil, Uruguay y Argentina ya han profundizado sus democracias y aún no presentan síntomas de revuelta y porque en Chile los únicos movilizados son la pequeña burguesía de compromiso social y ecológico, más una gran masas de estudiantes.
Con todo, si el mundo cae nuevamente en crisis por el deterioro de la Caja Fiscal norteamericana o por un frenazo económico-político en China, nuestras instituciones van a tener que enfrentarse a un Leviatán cesante y hambriento, que suele no tenerespecial deferencia con los gobernantes y sus Cortes.
En resumen: Deseo mimético, más redes sociales, más humillación de los poderosos hacia la gente común, es el esquema que explica este maremoto que nos llena de esperanza y de inquietud.
Y, por cierto, las instituciones chilenas no están a la altura necesaria para sortear la fuerza indignada del mar.
La fotografía corresponde a la Plaza Tahrir en "El Cairo".