Obsérvate,
deja de limarte las uñas y alza los ojos,
mira la nota sobre tu mesa:
la orden de buscar ratones
y emplearlos en los cuerpos,
la energía que te daba aquel poder,
el silencio que regalaste a tus hijos,
los gritos que inflamaban la mordaza.
Busca un jirón de conciencia
y mira tu piel,
el mal germinando como pus,
el moho negro
sobre el metal de tu pecho,
los cangrejos
carcomiendo tu carne.
Se que te cuesta abrir esa frontera
y reconocerte sin luz,
sin lluvia, sin la mínima
tentativa de alegría.
¿ Y si un día rompieras esa puerta?
y dejaras que de allí saliera un hombre,
un niño golpeado,
un joven sin novia,
un loco sin sueños.
Te niegas y me gritas que cese de escribir,
que eres un héroe incomprendido,
un veterano en los ejércitos sin tiempo,
un puntal del libre mercado,
las cazuelas y la Santísima Madre.
Te niegas y gritas también en el sueño,
pero allí te asedian los espejos,
la infinita longitud de las noches,
la mínima humanidad de tu carne.
Este poema conversa con Mario Benedetti en:
Torturador y espejo
Mirate
así
qué cangrejo monstruoso atenazó tu infancia
qué paliza paterna te generó cobarde
qué tristes sumisiones te hicieron despiadado
no escapes a tus ojos
mirate
así
dónde están las walkirias que no pudiste
la primera marmita de tus sañas
te metiste en crueldades de once varas
y ahora el odio te sigue como un buitre
no escapes a tus ojos
mirate
así
aunque nadie te mate
sos cadáver
aunque nadie te pudra
estás podrido
dios te ampare
o mejor
dios te reviente.
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