Me llevaron ante el Sumo Sacerdote, y todos se reunieron allí. Estaban los jefes de los sacerdotes, las autoridades de mi pueblo y los maestros de la Ley.
Los jefes de los sacerdotes y todo el Consejo Supremo buscaban algún testimonio que permitiera condenarme a muerte, pero no lo encontraban.
Varios se presentaron con falsas acusaciones contra mi, pero no estaban de acuerdo en lo que decían.
Algunos lanzaron esta falsa acusación:
Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días construiré otro no hecho por hombres.
Pero tampoco con estos testimonios estaban de acuerdo.
Entonces, el Sumo Sacerdote se levantó, pasó adelante y me preguntó: '¿No tienes nada que responder? ¿Qué es este asunto de que te acusan?'
Pero yo guardaba silencio y no contesté.
Estaba esperando que alguien dijera una verdad, para reconocerla y asumir mi destino.
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