Antonio Ciseri |
Cada año, con ocasión de la Pascua, Pilato solía dejar en libertad a un preso, a elección del pueblo.
Había uno, llamado Barrabás, que había sido encarcelado con otros revoltosos por haber cometido un asesinato en un motín.
Cuando el pueblo subió y empezó a pedir la gracia como de costumbre,
Pilato les preguntó: '¿Quieren que ponga en libertad al rey de los judíos?'
Pues Pilato veía que los jefes de los sacerdotes le entregaban a Jesús por una cuestión de rivalidad.
Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que pidiera la libertad de Barrabás.
Pilato les dijo: '¿Qué voy a hacer con el que ustedes llaman rey de los judíos?'
La gente gritó: '¡Crucifícalo!'
Pilato les preguntó: 'Pero ¿qué mal ha hecho?' Y gritaron con más fuerza: '¡Crucifícalo!'
Pilato quiso dar satisfacción al pueblo: dejó, pues, en libertad a Barrabás y sentenció a muerte a Jesús.
Y mi sentencia estuvo compuesta de palabras
tan solo aire
brotado de los pulmones de mi pueblo
éter en las entrañas de Pilato
el deseo de tantos por cautelar su riqueza.
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