Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé, compraron aromas para embalsamar el cuerpo.
Y muy temprano, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Se decían unas a otras:
¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?
Pero cuando miraron, vieron que la piedra había sido retirada a un lado, a pesar de ser una piedra muy grande.
Al entrar en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido enteramente de blanco, y se asustaron.
Pero él les dijo: "No se asusten. Si ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado, no está aquí, ha resucitado; pero éste es el lugar donde lo pusieron".
Ahora vayan a decir a los discípulos, y en especial a Pedro, que él se les adelanta camino de Galilea. Allí lo verán, tal como él les dijo.
Las mujeres salieron corriendo del sepulcro. Estaban asustadas y asombradas, y no dijeron nada a nadie por el miedo que tenían.
Soy Baruch
el joven que vestía de blanco
al interior del sepulcro
En esos días de equinoccio
Sobre las rocas recibimos al sol
Elevamos himnos
Abrigamos nuestra unión con Jesús
Aquella noche
Entre varios movimos la piedra
Con sales levantamos al dormido
Oramos junto a él
y mis hermanos lo llevaron a nuestra casa
Yo quedé esperando a las mujeres
Iluminé sus rostros con mis ojos
Les dije que el Maestro había resucitado
y era lo que ellas sabían en su corazón
era lo que ellas anunciaron al mundo.
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