"¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios Bendito?", me preguntó el Sumo Sacerdote, y respondí: "Yo soy, y un día verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha de Dios poderoso y viniendo en medio de las nubes del cielo".
El Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras horrorizado y dijo: '¿Para qué queremos ya testigos?'
Ustedes acaban de oír sus palabras blasfemas. ¿Qué les parece?' Y hubo acuerdo en que yo merecía la pena de muerte.
Después algunos empezaron a escupirme. Me cubrieron la cara y me golpearon antes de decir: "¡Hazte el profeta!" Y los policías del Templo me abofetearon, mientras fuera del templo un gallo cantaba.
"Yo soy", dije, y esa afirmación resuena en los siglos
mientras mi cuerpo se torna árbol eterno
y trepa desde este sol a la eternidad
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