Junto a mis discípulos
y una muchedumbre
llegamos a Jericó
y Bartimeo, un limosnero ciego, exclamó:
'¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!'
Muchas personas trataron de hacerlo callar. Pero él gritaba con más fuerza: '¡Hijo de David, ten compasión de mí!'
Me detuve, lo hice llamar y le dije: 'Vamos, levántate, que te estoy llamando".
Y él, arrojando su manto, se puso en pie de un salto y se acercó.
Yo le pregunté: '¿Qué quieres que haga por ti?'
El ciego respondió: 'Maestro, que vea".
Entonces expresé: 'Puedes irte, tu fe te ha salvado.
Y al instante pudo ver y me siguió por el camino.
Bien por Bartimeo de Jericó
ciudad de milagros
percibió los pasos del Espíritu
habló con su manto
sintió al Cristo
dejó todo y se unió a mí
tomó el camino a la ciudad sagrada.
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