Frenaste el viaje de los astros
y los guardaste en tu bolsillo
como pequeñas esferas de cristal
Tendiste tu mano a los muertos
Sacaste de la arena a la niña que enterraron viva
Cantaste para ella
Cediste a su rostro:
el rocío y la vida
El Bendito, echó a andar las montañas
Formó ríos de almas
Dejó una carta bajo tu almohada
Ahora puedes leer, siempre que Él quiera
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