Un camino se pavimentaba.
Era parecido al que desciende hacia Laguna Verde.
Luego, tú conducías.
No había barrera en los grandes acantilados.
Íbamos por el centro de la calzada.
Muy rápido.
Demasiado rápido.
Hasta volcar y volcar.
Con la suerte de permanecer sobre el cemento.
No era una noche de morir.
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