Nuestra mente es un bosque que recorremos poco y sumidos en el trabajo o la sensualidad, dejamos de admirar su cielo estrellado,de nadar en sus lagos y de recoger el aroma de sus flores.
La maravilla de ese bosque radica en que es nuestro y es de todos, pues en cada mente , están palabras, pulsos y memorias que son comunes. Existen estructuras biológicas de las que participamos todos.
El oficio de poeta, ocurre en el centro de aquel bosque. Allí, emociones, imaginación, memoria y razonamientos, van uniendo palabras y tonos hasta crear un objeto textual. Y como ese bosque es común, el hacer poético nos conmueve, despeja senderos en nuestro espíritu, nos revela rayos del sol.
En la oración sucede algo similar, nos internamos en el silencio o la tormenta de nuestro bosque y luego entre el ramaje o en el Claro de Luna, nos conectamos con la unidad de los espíritus y suaves rayos de luz nos aproximan al gran Ser en que todos somos.
Y si rezáramos?.
Si volviéramos a rezar?
Si dejáramos que nuestro amor irradie y acoja.
Viajar a nuestro centro
Hasta escuchar rumores de primavera
Palabras eternas de la tierra.
Lluvia bendiciendo nuestro tiempo.
Viajar, hasta que la genuina pena nos toque.
Sentir otras manos en las nuestras.
Ofrecer nuestra luz.
Abrir nuestra casa a la paz.
Me interné en el bosque y saludé a las estrellas.
Estuve con mi abuelos y los padres de mis abuelos.
Bebí agua que emanaba de la tierra.
Pasaron niños recogiendo granadas.
Un tranvía.
Había enfermos abandonados.
Ciudades en guerra.
Coros.
Jerusalem al llegar la primavera.
Latidos de muchos corazones.
Gente bailando en círculos.
Árboles cayendo.
Nerviosos colibríes.
Mujeres orando por la paz.
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