
Votar en primavera es magnífico.
Ancianos vuelven a caminar por sus barrios.
Madrugan vocales.
Regresa el lápiz grafito.
Apoderados.
Encargados de locales.
Dibujos en cédulas.
Acto público de contar los votos.
Pero hoy, la mayoría no votará.
No cruzará el portal de las escuelas.
No será historia en el Estadio.
No opinará sobre el destino.
De muchas maneras,
no hay espíritu que convoque.
Perciben que nadie recompensa el voto.
- como si hacerlo fuera en exclusivo interés individual-
Sienten que la jornada no marca diferencia.
Desconfían de candidatos.
Prefieren horas en la playa.
Asado dominguero.
Memorables caricias de enamorados.
Por años tuvimos prohibido este rito.
Para muchos.
Ello significa que votaremos toda la vida.
Aunque tengamos que escribir Asamblea Constituyente.
Dejar mensajes a la aurora.
Sufrir ausencia de representantes.
Sentir que en mucho: faltó cordura.
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