
Francisco ha salvado las columnas.
En Plaza de Pedro el Evangelio.
Cristo limpiando sus heridas.
Miles de Cristos en su hogar de piedra.
El poema hecho noticia.
Agua fresca sobre el mismo Dios.
El pastor regresó por sus ovejas.
Esta mañana, los sincronismos.
El correo me trae una invitación de Francisco Acevedo a escribir sobre salud, dignidad sanitaria de nuestro pueblo, trabajos y sueños de nuestros compañeros de la salud pública chilena.
La televisión cruza mi espíritu con duchas y barbería para desamparados, precisamente junto a las columnas de San Pedro, realizando y recordando el sentido esencial del Evangelio, servir al prójimo que sufre, porque ese prójimo es maravilloso, es el mismo Dios.
Esta coincidencia significativa ha definido el primer poema del nuevo libro y el contenido que busco darle a sus silencios.
Su poesía debe ser humana y no sólo una flor erguida sobre palabras. Su poesía debe ser el dolor, la rabia y la esperanza. Debe ser genuina y no una excusa o un reproche. Sus poemas, no pueden ser pequeñas explosiones de año nuevo, sino que dardos de la sangre hacia la mente.
Las imágenes provienen de este sitio.
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