Comencé ayer la aventura de los abrazos.
Como es justo, el primero fue para Marcela Rivas,
seguida de Joana, la Maestra que enseña a Isidora,
las trabajadoras
Ruth, Jessica y Mirna,
el sol del que soy padre,
mis amigos Esteban y Tati,
la mujer de ojos grandes a la que amo.
Sobrecoge esta tarea,
torna sagrados los
minutos del día,
los momentos en que viajo,
el paseo por los jardines,
travesuras al cruzar el solsticio.
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