Observo a Orlando Peña Carvajal en la mirada de su viuda. En la admiración de sus hijos. En sus libros custodiados con cariño. En su costumbre conservada hasta ahora: siempre, el mismo número de Lotería.
La mañana está soleada. Los cinco niños acuden a la cama de
sus padres. Entre abrazos y caricias, deciden el fin de semana: recoger moras
en Concón, asistir al Estadio o el cine, pasear en la camioneta Ford del año 30, colarse al estreno de Rigoletto, observar las
marejadas en Avenida Perú, asistir al
espectáculo del horizonte en el atardecer, visitar a los Fricke, jugar cartas
con los Urbina, escuchar cuentos antes de quedarse dormidos.
Orlando y Leda han
fundado y organizado la Escuela Normal de Viña del Mar. Su hogar está en el mismo recinto, siempre en contacto con alumnos internos, que
se recuperan de gripes y dolencias en la amplia cama matrimonial.
En casa, los mismos principios de la Escuela: igualdad, autonomía
y respeto; aprender en el hacer; responsabilidad como
premisa. Cada hijo tiene un archivo con logros y alegrías, todos se saben
queridos, todos tienen un poema.
Como en una novela, la historia posee una primera frase: “Usted
me gusta señorita” deslizada dulcemente
en el camino a la escuela. Copiapó 1930. Orlando 17 años. Leda 12.
El cortejo duró una
década de ternura. Nuestro estudiante rebelde escribía desde Santiago
a compañeros que servían de
celestinos. Años después consiguió llevarla al cine, aceptando que la madre de Leda
quedara sentada justo al medio de sus deseos. Se casaron en 1941. Se amaron y respetaron siempre. Corrigieron pruebas juntos. Se quisieron en sus diferencias y en sus armonías.
Por 21 años, Orlando dirigió la Escuela Normal de Viña del Mar, hasta que su
corazón falló en 1971. Su espíritu no quería ver su trabajo denostado. La
Normal clausurada en 1973.
Despedida en 1971
Hoy busco mi sombra.
Hace 21 años quedó en
el umbral de nuestra Escuela.
No pude cargarla entre tanto trabajo.
Tanto afecto. Tanta alegría.
Esta tarde me cubriré con ella
y buscaré en su nostalgia
una retirada silenciosa.
Este pequeño poema está construido en diálogo con el discurso de despedida de don Orlando Peña Carvajal,
al jubilarse y dejar la dirección de la
Escuela Normal de Viña del Mar. Fragmentos del discurso persisten en la memoria de su hija Ariadna.
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