La Asamblea estaba expectante.
Se acercó a mí un Maestro
y me preguntó al
oído:
¿Cuánto puedes dar a los pobres?
Pensé en mis joyas y
respondí:
Siete talentos de lluvia
y la más alta de mis barras de plata.
Ahora.
Cada semana se presenta un hermano
reclamando la voz de mi conciencia
y viene a mí aquella Asamblea
mientras apenas salen de mi bolsillo
pequeñas medallas de cobre
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