En cierto sentido
no mentiste.
Dijiste ser Dios
y los jueces decidieron
humillarte en la tortura
y hacerte cargar
el madero de la muerte.
Pero tú ya lo sabías,
escribiste el libro,
ensayaste con Lázaro,
hablaste con José de Arimatea,
empleaste los filtros de Julieta.
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