Ennio ha estado en Villa Alemana, allí están los frascos con restos de alcayota, se eleva aún la espuma de las gaseosas y pesa sobre nosotros, un cielo pintado por cometas. En el campo, los zorzales huyen de los cañones caseros y las serpientes se esconden entre elevadas hierbas. Caminan mis abuelos por calle Maturana y dialogan las uvas con Ezio y Roselba . Por supuesto, huyo a la hora de las bendiciones y retorno al llamado del chocolate. Y, tras la noche de bochas y amarettos, cuando llega el Lucero a presentarnos el día, desayuno ternura en un té de hojas enteras, espero el coro del gallinero, recibo el rocío del césped y asciendo al mediodía sobre la hamaca de mis tíos, junto a mujeres que leen, fuman y conversan.
Este texto se conecta con Ennio Moltedo Ghio en:
RECUERDO
Vamos todos a Villa Alemana, a la ciudad de la alcayota, vamos a comprar
gaseosas a los portales y a encumbrar volantines desde el monumento. Vamos
a Moscoso, donde mi tío le rompía la cabeza a los zorzales con la punta de su
escopeta. Vamos a tomar el sol a la calle Maturana y a conversar de tallarines
con Victorio y Adolfo. Después, a la hora de la bendición, yo sé de un chocolate
de comunión bajo la nueva capilla. Y, cuando empiecen a caerse las estrellas, los
higos maduros, el primer canto de los gallos y de las pollas, vamos a la quinta
de mi primo, donde tras los limoneros y sobre la vencida hamaca está todavía
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