Isidora golpea el piso con un martillo,
fractura horas del día,
astilla duros cristales,
es fuego vestido de fuego,
jueza de honda alegría,
heroína alta y radiante,
colombina arraigada en mi alma,
majestuosa en su brillo,
majestuosa en su brillo,
repertorio de fuerza y dulzura.
Reté a Isidora por golpear el piso y un sillón con el martillo de su madre. La niña, que ahora mide cien centímetros, se enfadó un rato conmigo.
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