18 de diciembre de 2010

Carta a un torturador




Obsérvate,
deja de limarte las uñas y alza los ojos,
mira la nota sobre tu mesa:
la orden de buscar  ratones
y emplearlos en los cuerpos,
la energía que te daba aquel poder,
el silencio que regalaste a tus hijos,
los gritos que inflamaban la mordaza.


Busca  un jirón de conciencia
y mira tu piel,
el mal germinando como pus,
el moho negro 
sobre el metal de tu pecho,
los cangrejos
carcomiendo tu carne.


Se  que te cuesta abrir esa frontera
y reconocerte sin luz,
sin lluvia, sin la mínima
tentativa de alegría.


¿ Y si un día rompieras esa puerta?
y dejaras que de allí saliera un hombre,
un niño golpeado, 
un joven sin novia,
un loco  sin  sueños.


Te niegas y me gritas  que cese de escribir,
que eres un héroe incomprendido,
un veterano en los ejércitos sin tiempo,
un  puntal   del  libre mercado,
las cazuelas y la Santísima Madre.


Te niegas y gritas también en el sueño,
pero allí te asedian   los espejos,
la infinita longitud de las noches,
la mínima humanidad de tu carne.





Este poema conversa con Mario Benedetti en:


Torturador y espejo

Mirate 
así 
qué cangrejo monstruoso atenazó tu infancia 
qué paliza paterna te generó cobarde 
qué tristes sumisiones te hicieron despiadado 

no escapes a tus ojos 
mirate 
así 

dónde están las walkirias que no pudiste 
la primera marmita de tus sañas 

te metiste en crueldades de once varas 
y ahora el odio te sigue como un buitre 

no escapes a tus ojos 
mirate 
así 

aunque nadie te mate 
sos cadáver 

aunque nadie te pudra 
estás podrido 

dios te ampare 
o mejor 
dios te reviente.






Las rosas creciendo en Villa Grimaldi provienen de http://www.dmoracao.com.br/





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