Recién bañada, Circe pintaba sus uñas con las últimas gotas de la aurora y yo buscaba su sendero de fuego, el tifón que nace de su boca interior, su centro, el lugar de todos los gozos y todos los nacimientos.
Los ojos de ella se apoderaban de mi foto, buscando una magia análoga. De pronto se irguió, dejó en el suelo su túnica y el turbante que cubría su mágica cabellera y caminó lentamente hacia el cristal.
Nuestros ojos quedaron enfrentados, observamos los detalles de nuestros portales y el hilo oscuro que lleva hacia las mentes.
Luego fue el turno de los labios, fue un beso tan consciente y tan apasionado, que un rayo de hielo cruzó por mi espalda y salimos de aquella frontera, quedando definitivamente en su sala.
Ahora, soy otro juguete en sus sueños, otra imagen convertida en realidad, otro día sacado del tiempo, otro trazo de una memoria común, otro espíritu en medio de un cuadro.
2 comentarios:
El retrato de una pasión. Abrazos.
Así que quedaste atrapado. Ahora ya eres leyenda.
Un beso enorme, querido amigo.
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