19 de enero de 2010

Al estilo de Shakesperae




Dedicado al Calibán que hay en mi y en mi pueblo.



Gonzalo, amargado de mierda,

que el rocío que barrìa mi madre

sobre los baños de las mansiones

te inunde a ti y a tu obra,

que un viento del sudeste

sople sobre ti y te cubra la piel

de úlceras.


Querido Hermano,

los obreros de igualdad

lucharon siglos para

crear la escuela que te enseñó a hablar

y el único provecho que has obtenido

es saber maldecir.



A cada instante se te ha enseñado

una cosa u otra, incluso el nombre

de la gran luz y el de la pequeña

que ilumina el día y la noche.

Mucho se te ha dado,

pero sólo te conmueven los latigazos,

no la bondad.


Hermano, se que toda esta tierra

te pertenece por tus padres,

que desde siempre

vienen cultivando los huertos,

construyendo las cisternas,

elevando torres sin cesar.

Todo es tuyo y todo se te niega.


Se que tu alma está llena de ira,

los hombres que salvaron los libros

desde las llamas: te desprecian,

te excluyen de sus brindis

de sus viajes, de sus poemas,

te tratan como un niño,

un esclavo, una pequeña

masa de arcilla

para trabajar sobre ella

y rogar su voto.


No alguien para escuchar.

No alguien para abrazar.


Se que por ello prefieres el gobierno

de los dioses que poseen la tierra,

son menos hipócritas

más claros en sus objetivos,

más cercanos a ti.


Pero. ¿Recuerdas?

de joven alguna esperanza abrigabas,

antes de que te rechazaran

las sílfides de los ríos y de los bosques

y huyeran de ti aquellos duendecillos

que en el claro de luna

trazan círculos de hierbas amargas

y se solazan al oír la noche

apoderarse de la ciudad.


Vamos, ven a quemar mis volúmenes,

los instrumentos que hacen la música

la belleza que escondo en mis muros.

Hazlo y verás que así borras tus dedos,

tu lengua, tu propia alma.

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