Lidia fue destruida
aquella montaña quebrada por el fuego
los desbordes de barro
el veneno de los gases
y el salvaje aluvión de las aguas.
Pero la muerte no pudo alcanzar a Pélope
enviado por su padre Tántalo
a buscar luces en Atenas.
Allí bebió el espíritu de los hombres
descubrió música entre los números
practicó el amor entre varones
fue copero en fabulosos banquetes
auriga en noches de gozo
ser entregado al afecto
y estímulo de sus maestros.
Entre tanto
los sobrevivientes del desastre
migraron al norte de la Península
fundando allí Pisa y Olimpia
ciudades prósperas en comercio y belleza.
Al mando de aquella gente
quedó Enómao
capitán de la guardia de Tántalo
hombre fuerte como el bronce
enamorado de sus caballos
de sí mismo
y de su hija Hipodamía
a tal punto
que fingió un oráculo
anunciando su propia muerte
a manos de su yerno.
Defendiendo así su vida
de los numerosos pretendientes
ideó un fatídico concurso.
Adquirió yeguas veloces como el aire
definiéndolas como regalo de su padre Ares
y estableció una carrera entre su Palacio
y el templo de Poseidón
en el Itsmo amurallado de Corintio.
Ingenioso
obligó a los pretendientes
a cargar con la princesa
que perturbaba a los corceles
y les concedió media hora de ventaja
mientras él degollaba un carnero
en homenaje a Zeus.
Luego
armado con su poderosa lanza de bronce
tomaba un camino secreto
y raudo alcanzaba a los cansados
caballos del pretendiente
lo mataba con su bronce
para luego degollarlo
y adornar con su cabeza
el jardín de su palacio.
Víctimas de su pasión
trece desdichados
probaron la lanza de Enómao:
Mermno, joven y engreído como el primer viento
Hipótoo, abandonado de niño en el bosque para ocultar la infidelidad de su madre.
Euríloco, eximio navegante en aguas nocturnas.
Automedonte, auriga veterano de cien guerras.
Pélope de Opunte, cantero devenido en soldado.
Acarnán, niño transformado en mercenario.
Eurímaco, lascivo Casanova de su tiempo.
Lasio, trovador en las plazas de los pueblos.
Calcón, escudero de reyes combatientes.
Tricorono, gigante proviniente de altas montañas.
Alcátoo hijo de Portaón, primo secreto de Hipodamía.
Aristómaco, poderoso descendiente de Heracles
Crólato, afamado instructor de serpientes.
En tan trágico concurso
Enómao contó con el genio
de su Auriga Mírtilo
iniciado en el Arte de los Magos Persas
hombre que conserva la memoria de otras vidas
espíritu permanente sobre la tierra.
Convertido en guerrero filósofo
Pélope llegó a Olimpia en busca de su herencia
y superando el horror de las cabezas estacadas
resolvió presentarse al sangriento concurso.
Preparando el desafío
hizo traer desde Atenas
el más rápido carro
y caballos que parecían volar sobre el camino
y vencer la levedad de las aguas.
Para conseguir los fondos
revivió la pasión de sus maestros
prometió nuevos encuentros secretos
y la entereza formidable
de su cuerpo guerrero.
Para asegurar su triunfo
sedujo secretamente a Hipodamía
y la persuadió de sobornar a Mírtilo.
La muchacha buscó al auriga entre los establos
y le ofreció sus joyas, palacios y el tesoro de la Corte
Pero el mago rechazó todo bien material
y exigió simplemente que su semilla
fuera la primera en visitar el claustro de la princesa.
Sorprendida y angustiada
Hipodamía accedió al requerimiento
y el auriga aseguró las ruedas de su carro
con pezoneras de cera
en reemplazo de los fuertes broches de bronce.
En la carrera Pélope tomó ventaja
pero en el tramo final Enómao acortó la distancia
y cuando estaba a punto de superar a Pélope
las ruedas se desprendieron del carro
y el Rey fue arrastrado por los caballos
hacia una horrible muerte
mientras Mírtilo salvó Ileso
al saltar con deslumbrante destreza.
Muerto el padre posesivo
Mírtilo buscó cobrar su recompensa
y recibió un elegante “No” por respuesta.
Desolado, fingió conformarse con oro
y valiosas tierras
mas el espíritu del odio crecía como tormenta.
Poco antes de la boda
desenfrenado
esperó a la princesa en la espesura de bosque
Un pañuelo bañado en los filtros de su arte
le sirvió para dominar a su víctima
evadirla de su conciencia
hacerla víctima de sus deseos
madre de una estirpe secreta.
Al despertar de su sueño
Hipodamía encontró a su cuerpo
los signos de aquel pago forzado
y decidió revelar a Pélope
una versión reducida
denunciando sólo un intento
de violación.
El nuevo Rey de Olimpia y Pisa
hizo traer al acusado
y con sus propias manos
lo lanzó desde un barranco
hasta las olas.
Mientras caía a su destino
el auriga maldijo
a Pélope y su linaje
regresando de inmediato
a las flores permanente de los mirtos
a la frente de los vencedores olímpicos
el vientre fértil de Hipodamía.
En la imagen, Pélope e Hipodamía en el Museo Metropolitano de Nueva York.
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