Mi amigo Eduardo Embry
nos habla de los sabios que discuten en su cabeza
y se produce un sincronismo con los siete
magos que visitan mis desayunos.
Les dejo aquí la conversación entre las visiones.
Siete sabios -Poema de Eduardo Embry-
(Para el professor Ian Michael, medievalista y escritor galés)
Siete sabios tengo en mi cabeza,
siete sabios que me aconsejan,
me dan instrucciones exactas
de cómo debo usar la máquina
de afeitar sin cortarme la cara;
de cómo hacer el nudo de la corbata
sin que el nudo quede hecho
una mamarracho;
siete sabios que me hablan sin hablarme
de asuntos que todos dan
por entendido, de cómo, por ejemplo,
se debe encender un bombillo
sin que el bombillo se queme,
y si la casa quedara a oscuras,
de cómo ir de prisa
al tablero del control eléctrico
para subir o bajar la palanca
según convenga;
siete sabios tengo en mi cabeza,
siete de los más antiguos,
siete voces que al hablar
hablan todos a la vez
como si los siete sabios
que tengo en mi cabeza
fueran siete en uno solo.
La cesta de mimbre (Poema publicado el 10 de junio de 2010)
estaba llena de serpientes
algunas llevaban números en su piel
otras vestían un overol de billetes
y elevaban sus cascabeles
con amenazante
elegancia y destreza
Las había enormes
con textos escritos en la piel
caligrafía hermosa
en idiomas
que parecían griego
mandarín
o sánscrito
En total eran siete
sus nombres eran
Espinosa Rubí
Jacob Tseng Pu
Raquel Tupac
y Abraham
Sorpresivamente
me invitaron a tomar desayuno
Abraham preparó
huevos de campo
con hongos y tabasco
luego hablamos de la verdad
y su búsqueda
citamos a Popper y Prometeo
empleamos los sueños de Miranda
y los antiguos libros de Próspero
Luego del banquete matutino
una comisión de doce magos llegó a buscarme
me hablaron con números y símbolos
les respondí con mis naipes del tarot
nos abrazamos
con las palabras mágicas
bebimos las copas amargas
y dulces
del mediodía
Siete Sabios Embrianos (Poema escrito esta mañana en homenaje a Eduardo)
Hay siete sabios embrianos
Beda el Benedictino
lleva en sus hombros a Baruch
quien sostiene en su pirámide
a tres hermanos alemanes
Nicanor Parra
y su noble anverso Violeta.
Son siete y se miran al espejo
observan el rostro moro de Carlos
la infancia esclava de Horacio
las preguntas inquietantes de Sócrates
la risa de Voltaire
los compromisos de Brecht
los trabajos de Empédocles sobre el fuego.
Son siete:
a veces todos gay
como David
hombre predilecto de Dios
Shakespeare y Miguel Angel
Platón y Leonardo
Rimbaud y Verlaine
las rosas enamoradas de su jardín.
En la imagen, nos acompaña el artista sueco Eugène Jansson,
dando vida a una suerte de paraíso gay.
Abajo,encotramos a Chaliapin retratado por Kustodiyev, recordándonos las voces que hablan en nuestra voz.
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