No desprecies el cuerpo
Él también se encuentra en el cielo
Es hermano de la muerte
Hijo del tiempo
Antiguo vijero del espacio
Distinto y lo mismo que el sol
No desprecies el cuerpo
Él también se encuentra en el cielo
Es hermano de la muerte
Hijo del tiempo
Antiguo vijero del espacio
Distinto y lo mismo que el sol
Obra de Helene Schjerfbeck
Busco la bendición de tus manos
La ruta que siguen tus ojos
El libro en que me lees
La huella que dejan tus besos
Pongo moras y frambuesas en tus dedos
Soy la grieta que deja tu boca
Subo al poder de tu nombre
Al libro que trazan tus sueños
Soy roce y grito de tu cuerpo
Tu palabra escuchada
Tarde de cacao
Dioses hablando en mi puerta
Retornan los poderes del mar
El acero de los barcos
La amistad del viento
El tiempo extraviado en mi casa
Las luces se detienen y me nombran
Fijan domicilio en alma
Descansan en mis libros
La noche se pone de pie
Oye viajera
Sube al poder de la luz
Cierra los ojos en el bosque
Despierta tu nombre interior
Se una con la lluvia
Río de agua en el aire
Plumaje del día
Cuerpo cargado de estrellas
Escribo antes de morir de primavera
Tropezar con el invierno
Regalar mi verano
Dormir sobre los huevos de pascua
En mi país
hay un hombre que borra los libros
arranca sus hojas y sus nombres
hace un puré con la historia
el ensayo
la emoción entre tinta y silencio
Escupe su rabia
sobre el canto
persigue la danza
busca cortar la mirada
A veces, ese hombre soy yo
Y bebo la sangra de las nubes
Rompo el color de los cielos
Acuno el rumor de la muerte
Hay una puerta entre limones y sol
Lazo de aromas que vuelan
Nostalgia de un día celeste
Memoria de luz
Rayos amarillos
Bendición sensual del azahar
Beatriz es súper animada
Habla y sonrié por las orejas
Reza por sus hijos
Intuye premios y palabras
Toma tecito con humor del bueno
Ama ser más devota que Francisco
Mi deporte es escuchar
Recibir pulsos de las mentes
Rayos montados en palabras
Preguntas
Expresiones de miedo
Miradas poderosas como libros
Hay caricias del aire sobre el mar
Mensajes del sol
Miradas de estrellas
La lluvia derramando su caudal
Hay caricias tuyas sobre mi piel
El sol en tus dedos
El roce en tu mirada
La lluvia despertando en tu soñar
Hoy almorzaremos Chupe Carola
Hará su trabajo el mar austral
Ancestrales centollas
Salsa blanca
Pan
Un domingo de queso mantecoso
Habrá que degustarlo junto al jazz
Nuestro horizonte de océanos
La belleza gris de marzo
Mi hija al otro lado del barrio
Venid a Tikal
y su Mundo Perdido
Bebed el tiempo en su pozo
Leed sus libros salvados del feugo
Aprended de sus siglos
sus aves sagradas
el poder de la lluvia sobre la selva
aquellos deportes geniales
el hambre golpeando los muros
su terrible guerra de las estrellas
Me divorcio del día
Los ruidos
Esa voz de la calle
Los papeles que producen mis manos
Los giros de la Tierra sobre la nada
Conocí la juventud del silencio
Luego sus años en el bosque
Aquella quietud ante la lluvia
Esa mirada persistente
El paso calmo de sus recuerdos
Vamos Tomás
La noche te espera con sus luces
Usa tú los zapatos rojos
El maquillaje lila
Bufanda blanca
Agüita con miel antes del viaje
Ahora en el aire
voy apreciando tu humor
y un rubor ingenuo va robando tu rostro
mientras surgen alas en tu espalda
y liberas tu Luz en la Esperanza
Sigues subiendo
y encuentras el camino dorado
tu orquesta de amigos
el abrazo del barrio
y un remolino de recuerdos
supera su encierro
y te aplaude
Chucha, el viernes comienzan las franjas
Juntemos tinta de alegría
Más poder para la gente
Que hablen los pequeños y silentes
Que corra el agua
Y eleven los humanos su inteligencia
Busco el Templo de Artemisa
Su raíz en el úrtero
La noche
Ella cazando en las sombras
Su poderosa intuición
Hechos y silencios de la Luna
Allí guardaron las amazonas su poema
La devoción se transformó en ex votos
Agradecimientos
Ofrendas a la hermana de Apolo
Aquella Reina de Humildes
La madre que nos conoce
El Espíiritu que cuida la tierra.
Fue quemado la noche que nació Alejandro
y nuevamente se alzó desde cenizas
hasta que los godos volvieron a incendiarlo
y las piedras regresaron a su sueño
Ahora, pañuelos lilas y verdes
vuelven a levantar el Templo
y la Diosa recupera sus flechas
su sexto sentido
Sus ojos vigilando en la noche
La fraternidad, esa emoción y actitud de amor por el prójimo que está en la base de la construcción de una sociedad justa, es, de los principios que subrayó el movimiento ilustrado, el que resulta más inasible y que menos estudios ha gatillado.
Schiller y Beethoven dirigieron nuestro espíritu hacia ella con su Oda a la Alegría y de tanto en tanto la encontramos en algunas cumbres como el Canto General, los colores y formas de Diego Rivera y la experiencia de la Orquesta del Diván de Oriente y Occidente.
La experiencia de aquella encomiable orquesta de músicos provenientes de contextos rivales, resalta que el camino hacia la fraternidad comienza por comprender al otro, por compartir con el otro, que asociamos a las nociones de “compañero”, el que comparte conmigo el pan y “camarada”, el que comparte conmigo la cama.
La reciente película de Disney “Raya y el último dragón”, profundiza en los peldaños que conducen a la fraternidad resaltando la noción de “confianza”, ese actuar esperando lo mejor del otro, que es, a su vez, un llamado a lo mejor de nuestro prójimo, a su espíritu de paz, a su sentido de honradez.
Cuando regresa la confianza, esa Luz que estaba petrificada en nuestro centro, vuelve a expresarse, nuestro espíritu crece y asciende por la escalera del amor.
Por algo Dante llevó a los que traicionan la confianza al centro del infierno, puesto que con su felonía, atacan el ascenso natural del amor.
Quiero sugerir otros peldaños que conducen a la fraternidad, la valentía, que permite atreverse a confiar venciendo el miedo a ser atacado; la misericordia, que limpia nuestras emociones del odio y el rencor; y por supuesto, el respeto, que nos lleva a mirar al otro como un igual, un espléndido ser de luz.
Individualmente, nuestra vida sobre la tierra es siempre una derrota, que termina con nuestros huesos depositados en el silencio. Pero el amor que entregamos a ese espiral invisible , crea en los espíritus una música maravillosa, el canto de la fraternidad, la Gran Obra del Ser Humano sobre la Tierra.
Cuando dejamos fluir la fraternidad y crecemos en el amor, superamos a nuestro mayor rival, ese miedo profundo y esa soberbia gigantesca que solemos llamar Ego. Pero no se trata de extinguirlo, se trata de civilizarlo, para que el miedo devenga en prudencia y la soberbia se transforme en autoestima.
Recuperar la primavera
Dormir sobre cenizas de tristeza
Lavar manos y el rostro
Escribir
Llenar de abrazos la esperanza
Tienes extensa libertad
Con ella barres primavera
Eliges tu nombre
El beso que aceptas
La fruta que muerdes
Tu huella en el Libro de Dios