Pablo siguió a Cristo.
Eso ocurre muy de vez en cuando.
Por eso deslumbra.
Serena.
Vuelve mansas nuestras fieras.
Obtiene el respeto de los que no creemos.
Por eso era ajeno a camarillas.
Distante de componendas.
Arreglos, entendimientos.
Nuestra sal y pimienta
en la pequeña política.
Pablo recibió a Cristo.
Lo presentó en aulas de Valparaíso.
Fue valiente y tímido.
Alzó en su interior una casa de cristal.
Dejó entrar la luz.
Jamás postergó sus verdades.
Su paso por estos roqueríos
fue motivo de esperanza
homenaje al Maestro
ejemplo de coherencia
semilla de justicia en nuestra patria.
Con él, comenzamos a morir todos.
Una generación alzada y feliz.
Generosa en sus fines.
Conmovedoramente adulta a los veinte años.