
Hay días en que me atrapan los silencios
y noto los corazones de los pájaros,
el respirar de las novias,
los tréboles que crecen en mi alma.
Son mañanas heladas
en que mis ojos tocan el Aconcagua
y las cordilleras visten su manto,
vapores de fuego sobre la piel sin marcas.
Son mañanas en que lloro
y converso con los barcos,
los espectros del mediodía,
mendigos, cartoneros,
porteros de palacios
invisibles.
Días en que abro calles en mi cabeza
y camino descalzo
por las habitaciones de mis abuelos,
los rostros de mis hermanos,
los silbidos de mis padres al llegar a casa.
Son días en que subo los peldaños de la aurora
y converso con otros Gonzalos,
juego con ellos a la canasta,
encumbro volantines,
lustro sus zapatos,
anudo sus corbatas.
Son días perdidos para todo fin práctico,
salvo para escuchar las canciones de Isidora,
cometer infracciones de tránsito,
observar los cisnes,
dibujar a mi esposa,
bendecir sus labios.
En la imagen, aparezco - Gonzalo Villar - celebrando en casa de Carla Jofré.