Ellas llegaron a la hora pactada; bailarinas de profesión, derramaron sobre las paredes y la alfombra su pegajosa música tropical, que por esa tarde de domingo reemplazó Brahms y el jazz.
Comenzamos por beber champaña, luego vino un frenético danzar en que sus cuerpos excitaron mi piel y mi pasión.
El quinto tema fue en la cama grande.- La morena se llamaba Claudia, la delgada y blanquita llevaba por nombre Tamara.
Se impresionaron con las fotos de Carla en la pared. Yo me impresioné con la capacidad de ellas para vivir en libertad su cuerpo de ninfas musicales.
Sus números quedaron en mi almohada y en mi memoria.
4 de noviembre de 2005
24 de octubre de 2005
El Cumpleños de mi Princesita
Este domingo fue tu cumpleaños.
Como cada día, pensé en tí.
Enredado en otras historias,
muchos fragmentos de mi alma
permanecen prisioneros de tus ojos escolares
de tu extraño hablar,
de tu silencio.
Como cada día, pensé en tí.
Enredado en otras historias,
muchos fragmentos de mi alma
permanecen prisioneros de tus ojos escolares
de tu extraño hablar,
de tu silencio.
4 de octubre de 2005
Beatriz
Beatriz está llena de mis sueños,
tiene por nombre compañía
risa, fortaleza.
A veces, por la noche,
estiro mi brazo
y cubro con una manta
sus pezones desnudos.
A veces, la llamo
y su mundo estalla,
mientras las mujeres
de Jalisco
se rascan y besan.
tiene por nombre compañía
risa, fortaleza.
A veces, por la noche,
estiro mi brazo
y cubro con una manta
sus pezones desnudos.
A veces, la llamo
y su mundo estalla,
mientras las mujeres
de Jalisco
se rascan y besan.
2 de septiembre de 2005
27 de agosto de 2005
25 de agosto de 2005
No again
No morderás de nuevo mi mano,
no ofenderás mi boca con tus besos
no perderé mi tiempo
ni mis ojos en tu piel.
No volverán mis relatos
a dibujar sonrisas
en tu rostro
ni habrá un mínimo
espacio en mi alma
para tu pena.
no ofenderás mi boca con tus besos
no perderé mi tiempo
ni mis ojos en tu piel.
No volverán mis relatos
a dibujar sonrisas
en tu rostro
ni habrá un mínimo
espacio en mi alma
para tu pena.
15 de agosto de 2005
La Canción de Sycorax
“Mi sexo gime. Lo mando al diablo. Insiste. ¡Qué molesto es! ¡Cómo lo odio!. Sexo. Todo cae ante él. Fumo para ver si se calma”
Alejandra Pizarnik.
Sycorax
Cada atardecer regresa a mí el silencio,
las noches extensas de la Patagonia,
los guanacos, los fuegos,
los ritos ordenados por mi padre Setebos,
los grandes festivales
en que la tribu preparaba mi boda y mi sacrificio
para nivelar las mareas y calmar las tempestades.
Una madrugada en que el viento
avisaba las iras cielo,
una tropa de hombres con barba
llegó a mi aldea.
Entre explosiones, murieron mis mayores,
mis hermanos, mi Patria.
Como esclava, fui conducida a las
costas de Africa.
Por dos meses me alimenté con
leche de hombre;
aprendí los abismos del odio,
los argumentos de la magia,
el balanceo constante del mar.
Próspero.
En Orán, cerca del país que fue Cártago;
ella fue vendida a Diótima,
Sacerdotisa Secreta del antiguo templo
de Troya.
Con ella, aprendió el arte de crear amores,
combinando el rocío de las flores y el rumor
cristalino de las piedras en el manantial.
Así, aprendió a sonreír,
conoció los lenguajes de la libertad,
dominó los misterios del canto
y en las aguas transparentes
del verano, ellas, las reinas de la vida,
copularon con delfines
y desafiaron los límites del placer
teniendo por único abrigo,
la espuma orgullosa
del mar.
Ariel, el genio del viento,
padre de todas las tormentas
magallánicas, el joven dios que la
esperaba en holocausto, siguió el aroma
de Sycorax hasta aquellas aguas
ondulantes de placer.
En su viaje, recogió de cada país
las mejores flores y escribió con sus
pétalos el horizonte para decirle
al tiempo y al mundo,
que su único amor,
su princesa
y su vida
era Sycorax.
Un año entero duró el romance,
hasta que una noche calurosa, cuando
la luna anunciaba la marea de zarpe,
la brisa poderosa de aquellas aguas
llevó hasta Sycorax, de retorno,
el veneno del rencor.
La risa de aquellos rufianes era inconfundible
y su barco estaba a punto de partir a España
cargado de dátiles, perfumes y aceitunas.
Sycorax
Fue entonces que puse mis pies sobre el viento
y rogué por todos los medios a Ariel,
para contar con sus poderes en mi revancha.
Sin embargo, el delicado genio de las tempestades no
quiso ayudarme, por lo que me ví obligada
a derramar vino sobre mi cuerpo
y elevar mis oraciones a Setebos
para cumplir el destino,
el rito, la venganza.
Entregué mi amor en sacrificio
y las fuerzas del abismo me escucharon.
Doce terremotos desolaron la ciudad;
las mareas suspendieron su ciclo por un
año y la copa de mi veneno
fue apagando la vida de cada uno
de aquellos monstruos.
De esos festines de odio;
surgió Calibán, mi extraño hijo,
a quien, para proteger del mundo,
nunca, nunca, enseñé a hablar.
El resto de la historia es conocida.
Los hombres del desierto
comprendieron, y vino la prisión,
el destierro,
el llanto de Ariel,
encerrado en un pino.
Alejandra Pizarnik.
Sycorax
Cada atardecer regresa a mí el silencio,
las noches extensas de la Patagonia,
los guanacos, los fuegos,
los ritos ordenados por mi padre Setebos,
los grandes festivales
en que la tribu preparaba mi boda y mi sacrificio
para nivelar las mareas y calmar las tempestades.
Una madrugada en que el viento
avisaba las iras cielo,
una tropa de hombres con barba
llegó a mi aldea.
Entre explosiones, murieron mis mayores,
mis hermanos, mi Patria.
Como esclava, fui conducida a las
costas de Africa.
Por dos meses me alimenté con
leche de hombre;
aprendí los abismos del odio,
los argumentos de la magia,
el balanceo constante del mar.
Próspero.
En Orán, cerca del país que fue Cártago;
ella fue vendida a Diótima,
Sacerdotisa Secreta del antiguo templo
de Troya.
Con ella, aprendió el arte de crear amores,
combinando el rocío de las flores y el rumor
cristalino de las piedras en el manantial.
Así, aprendió a sonreír,
conoció los lenguajes de la libertad,
dominó los misterios del canto
y en las aguas transparentes
del verano, ellas, las reinas de la vida,
copularon con delfines
y desafiaron los límites del placer
teniendo por único abrigo,
la espuma orgullosa
del mar.
Ariel, el genio del viento,
padre de todas las tormentas
magallánicas, el joven dios que la
esperaba en holocausto, siguió el aroma
de Sycorax hasta aquellas aguas
ondulantes de placer.
En su viaje, recogió de cada país
las mejores flores y escribió con sus
pétalos el horizonte para decirle
al tiempo y al mundo,
que su único amor,
su princesa
y su vida
era Sycorax.
Un año entero duró el romance,
hasta que una noche calurosa, cuando
la luna anunciaba la marea de zarpe,
la brisa poderosa de aquellas aguas
llevó hasta Sycorax, de retorno,
el veneno del rencor.
La risa de aquellos rufianes era inconfundible
y su barco estaba a punto de partir a España
cargado de dátiles, perfumes y aceitunas.
Sycorax
Fue entonces que puse mis pies sobre el viento
y rogué por todos los medios a Ariel,
para contar con sus poderes en mi revancha.
Sin embargo, el delicado genio de las tempestades no
quiso ayudarme, por lo que me ví obligada
a derramar vino sobre mi cuerpo
y elevar mis oraciones a Setebos
para cumplir el destino,
el rito, la venganza.
Entregué mi amor en sacrificio
y las fuerzas del abismo me escucharon.
Doce terremotos desolaron la ciudad;
las mareas suspendieron su ciclo por un
año y la copa de mi veneno
fue apagando la vida de cada uno
de aquellos monstruos.
De esos festines de odio;
surgió Calibán, mi extraño hijo,
a quien, para proteger del mundo,
nunca, nunca, enseñé a hablar.
El resto de la historia es conocida.
Los hombres del desierto
comprendieron, y vino la prisión,
el destierro,
el llanto de Ariel,
encerrado en un pino.
28 de julio de 2005
21 de julio de 2005
The tempest
Este sábado, viajaremos a ver "La Tempestad", en la versión que presenta la Escuela de Teatro de la Universidad Mayor.
Ocurre que estamos preparando una puesta en escena amateur del clásico de W.S. y será útil para los actores observar la versión que lidera Tito Noguera.
Partiremos el sábado, luego de almorzar reineta con papas gratinadas.
10 de julio de 2005
Siempre nos quedará Paris
El último afrancesado
© Mario Vargas Llosa, 2005. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El País, SL, 2005.
EL PAÍS - Opinión - 10-07-2005
Apenas entré a La Hune, la librería del Boulevard St. Germain escurrida a medio camino de Le Flore y Les Deux Magots, lo vi. Estaba estratégicamente colocado entre los estantes del fondo, donde era menos visible a los empleados del local, simulando echar un vistazo a la mesa de las novedades, pero, en verdad, leyendo un libro. Aunque hacía por lo menos veinte años que no lo veía, lo reconocí al instante. Ya en la época en que nos encontramos la última vez, por los años ochenta, había perfeccionado su técnica para vivir sin un centavo ni sablear a nadie, y, además de otras originalidades, pasarse varias horas leyendo el mismo libro, saltando de una a otra librería de París.
Debe de tener unos 87 u 88 años, según mis cálculos, aunque en su pasaporte, que por coqueto hizo amañar para vivir en eterna juventud, figura como si tuviera veinte menos. Discretamente lo observo y me maravilla lo bien que se conserva. Esbelto, muy bien rasurado, lleva short y sandalias y una camisita deportiva que deja parte de su pecho y sus brazos desnudos. Si esos cabellos tan bien asentados son un bisoñé o no, no hay manera de saberlo. Una de las muchas leyendas que circulaban sobre él era que, una vez, en la playa de La Herradura, en Lima, un olón que lo revolcó lo dejó calvo y que así el mundo supo que llevaba peluca. Si es cierto, nadie lo diría: ese bisoñé que diviso ya se ha hecho carne de su carne y pertenece a su cuerpo tanto como sus huesos y su nariz aquilina. Su técnica para leer de gorra es impecable. Está profundamente concentrado en el libro que lee -más tarde descubriré que es un ensayo sobre Wittgenstein-, pero, al mismo tiempo, cada cierto rato se mueve un poco para disimular y su mano libre finge interesarse por uno de los títulos expuestos sobre el tablero, y lo mueve y cambia de lugar, con mucha parsimonia.
Digamos que se llama Alejandro. Cuando lo conocí, en los años sesenta, aquí mismo, en París, era ya una leyenda viviente. Acababa, creo, de ser víctima del famoso atraco de los fondos mutuos, en Lima, una estafa descomunal en que muchos ahorristas peruanos perdieron hasta la camisa. Alejandro fue un de ellos. Era un ingeniero calculista, muy competente al parecer, que trabajaba como una hormiga para poder pasar todas sus vacaciones en París, yendo al teatro, a la ópera, a las exposiciones, a los conciertos y comprándose libros. Porque fue siempre un apasionado de Francia, en todas sus manifestaciones culturales. No un creador, sino un consumidor incansable y ávido de cultura francesa.
Cuando perdió hasta el último centavo en el timo de los fondos mutuos, tomó una decisión audaz: quedarse para siempre en París, estimando, sin duda, que si no tenía más remedio que morirse de hambre, era preferible dejar el pellejo en su amada París antes que en Lima. Alquiló entonces una chambre de bonne minúscula en el octavo piso de un edificio sin ascensor, donde, según mis informes, vive todavía. Tal vez esos ocho pisos que sube y baja por lo menos dos veces al día son el secreto de su esbeltez y su excelente salud. Nadie lo oyó quejarse nunca del quebranto económico que hizo de él un pobre de solemnidad. Nadie ha oído jamás a Alejandro quejarse de lo duro que debió de ser sobrevivir medio siglo en París sin un centavo en el bolsillo. Alejandro jamás le pidió prestado un cobre a ningún mortal. No creo que alguien haya oído a Alejandro quejarse nunca de nada; por el contrario, todos quienes han conversado con él se han sentido siempre contagiados de su alegría de vivir, de su entusiasmo ante las cosas hermosas que ofrece a los espíritus sensibles su entrañable París. Y no hay revista o agencia de turismo o maître de hotel que pueda, como Alejandro, recomendar mejor el espectáculo, la película, el recital, el restaurante, la boîte, la pasarela o el concierto que es indispensable ver, oír o paladear si uno pasa por París, so pena de lesa cultura.
¿Cómo se las arregla para ver todas esas cosas que ve y hacer todo que hace? Gracias a una credencial de periodista cultural que le extendió un diario de Lima y que debe de ser ya casi ilegible después de tantas décadas de manoseo. Pero, gracias a ella, Alejandro recibe invitaciones a todos los estrenos, a todas las inauguraciones y asiste a los ensayos generales de las óperas y los conciertos, en los que, además, como crítico, le regalan siempre los programas y lo sientan en asientos privilegiados.
¿Y cómo hace Alejandro, además de alimentar a su espíritu de esa ingeniosa manera, para aplacar también, siquiera mínimamente, los aullidos de hambre de su estómago? A juzgar por su envidiable delgadez -desde que entré a La Hune lo he visto desplazarse ya, pasito a paso, por media librería, sin quitar los ojos del libro en el que está zambullido-, debe de ser un hombre frugal, un asceta. Antes, lo invitaban mucho los peruanos acomodados que pasaban por París y a quienes él piloteaba por los museos y teatros, y les sacaba entradas y les hacía reservas y ayudaba a comprar buenos libros y valiosos cuadros. Nunca nadie se hubiera atrevido a ofrecerle dinero a ese gentilhombre incorrompible que es Alejandro, pero, en cambio, todos sabían que aceptaba de buena gana ser invitado a un restaurante de lujo, en el que él, además, escogería el vino y discriminaría, con el gusto de un exquisito gourmet, entre los manjares del menú. Tal vez, como los camellos, Alejandro ha perfeccionado el arte de conservar en el estómago parte de aquellos banquetes, para rumiar esas reservas en tiempos de vacas flacas.
Pero la mayor parte de esos amigos tagarotes que lo invitaban ya se han muerto, o son unas ruinas humanas incapaces de viajar, de modo que, me imagino, Alejandro depende ahora, sobre todo, para procurarse las calorías indispensables, de las invitaciones de las amistades que ha ido enhebrando en este medio siglo de vida picaresca parisina que tiene a las espaldas. Lo adivino muy bien recorriendo regularmente una serie de casas de reliquias vivientes, en Passy o Neuilly, donde es recibido con entusiasmo a la hora del té por lo ameno y elevado de su conversación.
Nunca conocí su chambre de bonne, pero me imagino esa diminuta y elevada buhardilla tan inmaculadamente aseada y ordenada como su persona. No hay duda de que plancha él mismo su ropa ¿Quién lo haría, si no? Ese short y esa camisita que lleva ahora no tienen una mancha ni una arruga, parecen re-cién sacados de esas lavanderías para millonarios que además de lavar, planchar y almidonar la ropa, la perfuman y la embalsaman.
¿Habrá tenido miedo alguna vez a la muerte una persona tan solitaria como Alejandro? Meto mis manos al fuego que jamás de los jamases. Apuesto que la espera con la tranquila indiferencia de quien sabe que es una estupidez rebelarse contra lo irremediable. Por lo demás, sé también que desde hace cuatro décadas tiene consigo unas pastillas que le evitarán lo que a él, que es un caballero y un esteta, de verás lo horroriza: no la muerte, sino una agonía indigna, babosa y gagá. Para eso lleva esas pastillas que, apenas advierta la cercanía de la decadencia, se tragará con un vaso de agua sin el más mínimo temblor del pulso, lo que le asegurará un tránsito rápido, tranquilo y elegante. Su problema, si mal no recuerdo, era que esas pastillas tenían fecha de caducidad, y que cada vez que caducaban, le costaba más trabajo obtener la receta médica necesaria para actualizarlas. Pero estoy seguro que su ilimitado ingenio ha resuelto también ese problema.
¿Por qué Alejandro prefiere leer en librerías, arriesgándose a que le llamen la atención o lo echen, en vez de hacerlo en las bibliotecas públicas, que suelen ser gratuitas? Tal vez porque ese riesgo le gusta tanto como los libros, tal vez porque ese peligro añade un poco de condimento a sus lecturas, o tal vez, más pedestremente, porque a Alejandro le gusta leer los libros de actualidad, recién salidos de la imprenta, sin esperar que pasen los meses o años que tardan las novedades en alcanzar los anaqueles de las bibliotecas públicas.
Cuando, por fin, me decido a interrumpir su lectura para saludarlo, me reconoce de inmediato. Me estrecha la mano caluroso, me pregunta por mi familia y mi trabajo y alude al lejanísimo país del que venimos. Sonríe, con la amabilidad de siempre, y me recomienda el ensayo sobre Wittgenstein que está leyendo. "Aunque por el tema no lo parezca, también está lleno de humor", me precisa. Y, es verdad, mientras lo espiaba varias veces lo he visto sonreír, divertido. Ya ha dado casi la vuelta completa a La Hune, de manera que probablemente no terminará de leer este libro hoy día. Tal vez vaya a terminarlo en la librería del FNAC, que está cerca, en la Rue de Rennes, o se guarde la curiosidad hasta mañana. Porque Alejandro lee los libros por capítulos, como otros ven telenovelas.
Si hubiera justicia en este mundo, el Estado francés debería condecorar a Alejandro y concederle una pensión vitalicia en agradecimiento por los servicios que ha prestado a la cultura francesa. Nadie ha mantenido tanto como él, a costa de tantos ímprobos esfuerzos, el mito de que París es la capital de la cultura universal, el faro del espíritu, el Partenón moderno de las ideas y las artes. Lo ha hecho a lo largo de toda su vida, con total desinterés y sin costarles una perra gorda a los contribuyentes franceses, por puro amor a la France éternelle, la de sus pensadores, poetas, prosistas y artistas. Y debía de hacerlo, además, porque, tal como van las cosas, me temo que ya no queden muchos de su estirpe, que acaso Alejandro sea el último afrancesado.
© Mario Vargas Llosa, 2005. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El País, SL, 2005.
EL PAÍS - Opinión - 10-07-2005
Apenas entré a La Hune, la librería del Boulevard St. Germain escurrida a medio camino de Le Flore y Les Deux Magots, lo vi. Estaba estratégicamente colocado entre los estantes del fondo, donde era menos visible a los empleados del local, simulando echar un vistazo a la mesa de las novedades, pero, en verdad, leyendo un libro. Aunque hacía por lo menos veinte años que no lo veía, lo reconocí al instante. Ya en la época en que nos encontramos la última vez, por los años ochenta, había perfeccionado su técnica para vivir sin un centavo ni sablear a nadie, y, además de otras originalidades, pasarse varias horas leyendo el mismo libro, saltando de una a otra librería de París.
Debe de tener unos 87 u 88 años, según mis cálculos, aunque en su pasaporte, que por coqueto hizo amañar para vivir en eterna juventud, figura como si tuviera veinte menos. Discretamente lo observo y me maravilla lo bien que se conserva. Esbelto, muy bien rasurado, lleva short y sandalias y una camisita deportiva que deja parte de su pecho y sus brazos desnudos. Si esos cabellos tan bien asentados son un bisoñé o no, no hay manera de saberlo. Una de las muchas leyendas que circulaban sobre él era que, una vez, en la playa de La Herradura, en Lima, un olón que lo revolcó lo dejó calvo y que así el mundo supo que llevaba peluca. Si es cierto, nadie lo diría: ese bisoñé que diviso ya se ha hecho carne de su carne y pertenece a su cuerpo tanto como sus huesos y su nariz aquilina. Su técnica para leer de gorra es impecable. Está profundamente concentrado en el libro que lee -más tarde descubriré que es un ensayo sobre Wittgenstein-, pero, al mismo tiempo, cada cierto rato se mueve un poco para disimular y su mano libre finge interesarse por uno de los títulos expuestos sobre el tablero, y lo mueve y cambia de lugar, con mucha parsimonia.
Digamos que se llama Alejandro. Cuando lo conocí, en los años sesenta, aquí mismo, en París, era ya una leyenda viviente. Acababa, creo, de ser víctima del famoso atraco de los fondos mutuos, en Lima, una estafa descomunal en que muchos ahorristas peruanos perdieron hasta la camisa. Alejandro fue un de ellos. Era un ingeniero calculista, muy competente al parecer, que trabajaba como una hormiga para poder pasar todas sus vacaciones en París, yendo al teatro, a la ópera, a las exposiciones, a los conciertos y comprándose libros. Porque fue siempre un apasionado de Francia, en todas sus manifestaciones culturales. No un creador, sino un consumidor incansable y ávido de cultura francesa.
Cuando perdió hasta el último centavo en el timo de los fondos mutuos, tomó una decisión audaz: quedarse para siempre en París, estimando, sin duda, que si no tenía más remedio que morirse de hambre, era preferible dejar el pellejo en su amada París antes que en Lima. Alquiló entonces una chambre de bonne minúscula en el octavo piso de un edificio sin ascensor, donde, según mis informes, vive todavía. Tal vez esos ocho pisos que sube y baja por lo menos dos veces al día son el secreto de su esbeltez y su excelente salud. Nadie lo oyó quejarse nunca del quebranto económico que hizo de él un pobre de solemnidad. Nadie ha oído jamás a Alejandro quejarse de lo duro que debió de ser sobrevivir medio siglo en París sin un centavo en el bolsillo. Alejandro jamás le pidió prestado un cobre a ningún mortal. No creo que alguien haya oído a Alejandro quejarse nunca de nada; por el contrario, todos quienes han conversado con él se han sentido siempre contagiados de su alegría de vivir, de su entusiasmo ante las cosas hermosas que ofrece a los espíritus sensibles su entrañable París. Y no hay revista o agencia de turismo o maître de hotel que pueda, como Alejandro, recomendar mejor el espectáculo, la película, el recital, el restaurante, la boîte, la pasarela o el concierto que es indispensable ver, oír o paladear si uno pasa por París, so pena de lesa cultura.
¿Cómo se las arregla para ver todas esas cosas que ve y hacer todo que hace? Gracias a una credencial de periodista cultural que le extendió un diario de Lima y que debe de ser ya casi ilegible después de tantas décadas de manoseo. Pero, gracias a ella, Alejandro recibe invitaciones a todos los estrenos, a todas las inauguraciones y asiste a los ensayos generales de las óperas y los conciertos, en los que, además, como crítico, le regalan siempre los programas y lo sientan en asientos privilegiados.
¿Y cómo hace Alejandro, además de alimentar a su espíritu de esa ingeniosa manera, para aplacar también, siquiera mínimamente, los aullidos de hambre de su estómago? A juzgar por su envidiable delgadez -desde que entré a La Hune lo he visto desplazarse ya, pasito a paso, por media librería, sin quitar los ojos del libro en el que está zambullido-, debe de ser un hombre frugal, un asceta. Antes, lo invitaban mucho los peruanos acomodados que pasaban por París y a quienes él piloteaba por los museos y teatros, y les sacaba entradas y les hacía reservas y ayudaba a comprar buenos libros y valiosos cuadros. Nunca nadie se hubiera atrevido a ofrecerle dinero a ese gentilhombre incorrompible que es Alejandro, pero, en cambio, todos sabían que aceptaba de buena gana ser invitado a un restaurante de lujo, en el que él, además, escogería el vino y discriminaría, con el gusto de un exquisito gourmet, entre los manjares del menú. Tal vez, como los camellos, Alejandro ha perfeccionado el arte de conservar en el estómago parte de aquellos banquetes, para rumiar esas reservas en tiempos de vacas flacas.
Pero la mayor parte de esos amigos tagarotes que lo invitaban ya se han muerto, o son unas ruinas humanas incapaces de viajar, de modo que, me imagino, Alejandro depende ahora, sobre todo, para procurarse las calorías indispensables, de las invitaciones de las amistades que ha ido enhebrando en este medio siglo de vida picaresca parisina que tiene a las espaldas. Lo adivino muy bien recorriendo regularmente una serie de casas de reliquias vivientes, en Passy o Neuilly, donde es recibido con entusiasmo a la hora del té por lo ameno y elevado de su conversación.
Nunca conocí su chambre de bonne, pero me imagino esa diminuta y elevada buhardilla tan inmaculadamente aseada y ordenada como su persona. No hay duda de que plancha él mismo su ropa ¿Quién lo haría, si no? Ese short y esa camisita que lleva ahora no tienen una mancha ni una arruga, parecen re-cién sacados de esas lavanderías para millonarios que además de lavar, planchar y almidonar la ropa, la perfuman y la embalsaman.
¿Habrá tenido miedo alguna vez a la muerte una persona tan solitaria como Alejandro? Meto mis manos al fuego que jamás de los jamases. Apuesto que la espera con la tranquila indiferencia de quien sabe que es una estupidez rebelarse contra lo irremediable. Por lo demás, sé también que desde hace cuatro décadas tiene consigo unas pastillas que le evitarán lo que a él, que es un caballero y un esteta, de verás lo horroriza: no la muerte, sino una agonía indigna, babosa y gagá. Para eso lleva esas pastillas que, apenas advierta la cercanía de la decadencia, se tragará con un vaso de agua sin el más mínimo temblor del pulso, lo que le asegurará un tránsito rápido, tranquilo y elegante. Su problema, si mal no recuerdo, era que esas pastillas tenían fecha de caducidad, y que cada vez que caducaban, le costaba más trabajo obtener la receta médica necesaria para actualizarlas. Pero estoy seguro que su ilimitado ingenio ha resuelto también ese problema.
¿Por qué Alejandro prefiere leer en librerías, arriesgándose a que le llamen la atención o lo echen, en vez de hacerlo en las bibliotecas públicas, que suelen ser gratuitas? Tal vez porque ese riesgo le gusta tanto como los libros, tal vez porque ese peligro añade un poco de condimento a sus lecturas, o tal vez, más pedestremente, porque a Alejandro le gusta leer los libros de actualidad, recién salidos de la imprenta, sin esperar que pasen los meses o años que tardan las novedades en alcanzar los anaqueles de las bibliotecas públicas.
Cuando, por fin, me decido a interrumpir su lectura para saludarlo, me reconoce de inmediato. Me estrecha la mano caluroso, me pregunta por mi familia y mi trabajo y alude al lejanísimo país del que venimos. Sonríe, con la amabilidad de siempre, y me recomienda el ensayo sobre Wittgenstein que está leyendo. "Aunque por el tema no lo parezca, también está lleno de humor", me precisa. Y, es verdad, mientras lo espiaba varias veces lo he visto sonreír, divertido. Ya ha dado casi la vuelta completa a La Hune, de manera que probablemente no terminará de leer este libro hoy día. Tal vez vaya a terminarlo en la librería del FNAC, que está cerca, en la Rue de Rennes, o se guarde la curiosidad hasta mañana. Porque Alejandro lee los libros por capítulos, como otros ven telenovelas.
Si hubiera justicia en este mundo, el Estado francés debería condecorar a Alejandro y concederle una pensión vitalicia en agradecimiento por los servicios que ha prestado a la cultura francesa. Nadie ha mantenido tanto como él, a costa de tantos ímprobos esfuerzos, el mito de que París es la capital de la cultura universal, el faro del espíritu, el Partenón moderno de las ideas y las artes. Lo ha hecho a lo largo de toda su vida, con total desinterés y sin costarles una perra gorda a los contribuyentes franceses, por puro amor a la France éternelle, la de sus pensadores, poetas, prosistas y artistas. Y debía de hacerlo, además, porque, tal como van las cosas, me temo que ya no queden muchos de su estirpe, que acaso Alejandro sea el último afrancesado.
4 de julio de 2005
30 de junio de 2005
Aguacero en Imágenes
En estos días, intervine la Escuela de Psicología de la Universidad de Valparaíso en Av. Brasil 240, Valparaíso.
Ocupamos la biblioteca con el registro visual de cuatro series de instalaciones: aquella que juega con huevos vestidos de mar y copas, denominada “Ciudad de líneas azules” : otra que gira en torno a una cama impúdicamente azul, llamada “Habitación de Poeta”; una tercera , centrada en una novia porteñísima, que lleva por título: “Hermosa como una boda”; y una última, consistente en la publicación de viñetas en medios de prensa, bajo el afán de invadir la mirada de las multitudes.
Estas líneas de acción se incorporan al poemario “Prófugos de un aguacero azul”, creado bajo el plan de explorar paulatinamente distintos soportes y vías de expresión de un creciente imaginario poético.
“Ciudad de líneas azules”, realizada en Valparaíso y Buenos Aires, tiñe con el color de los sueños, los cabos que nuestra ciudad interior tiende hacia el mundo.
“Habitación de Poeta”, alude al exhibicionismo intimista del creador.
Luego de quebrar una cama con la fuerza del amor, acordamos con mi delgada Princesa, encargar a los presos de Colina la construcción de un refugio dotado del vigor necesario para contener nuestra pasión.
Sin embargo, nunca nuestros cuerpos llegaron a compartir esa cama, que quedó inmensa y azul para pensar en ella y su dulzura.
Ajíes, chocolates, champaña, fotos y poemas se sumaron a ese lugar, produciendo el espacio de muerte y vida, propio de una cama encantada por los duendes de mis sueños y recuerdos.
En Valparaíso, una ciudad que ama el mar, “Hermosa como una boda”, despliega la magia del sol sobre sus techos, habitantes y rincones.
Me impacta el amanecer en mi ciudad, la explosión de colores naranjas en el horizonte, el Aconcagua que bosteza en los cielos y la fuerza bendita del sol, transformada en novia, océano, pueblo y bóveda celeste.
Las fotografás digitales - mediano formato - son de Daniel Avendaño y las tradicionales son de mi autoría.
Ocupamos la biblioteca con el registro visual de cuatro series de instalaciones: aquella que juega con huevos vestidos de mar y copas, denominada “Ciudad de líneas azules” : otra que gira en torno a una cama impúdicamente azul, llamada “Habitación de Poeta”; una tercera , centrada en una novia porteñísima, que lleva por título: “Hermosa como una boda”; y una última, consistente en la publicación de viñetas en medios de prensa, bajo el afán de invadir la mirada de las multitudes.
Estas líneas de acción se incorporan al poemario “Prófugos de un aguacero azul”, creado bajo el plan de explorar paulatinamente distintos soportes y vías de expresión de un creciente imaginario poético.
“Ciudad de líneas azules”, realizada en Valparaíso y Buenos Aires, tiñe con el color de los sueños, los cabos que nuestra ciudad interior tiende hacia el mundo.
“Habitación de Poeta”, alude al exhibicionismo intimista del creador.
Luego de quebrar una cama con la fuerza del amor, acordamos con mi delgada Princesa, encargar a los presos de Colina la construcción de un refugio dotado del vigor necesario para contener nuestra pasión.
Sin embargo, nunca nuestros cuerpos llegaron a compartir esa cama, que quedó inmensa y azul para pensar en ella y su dulzura.
Ajíes, chocolates, champaña, fotos y poemas se sumaron a ese lugar, produciendo el espacio de muerte y vida, propio de una cama encantada por los duendes de mis sueños y recuerdos.
En Valparaíso, una ciudad que ama el mar, “Hermosa como una boda”, despliega la magia del sol sobre sus techos, habitantes y rincones.
Me impacta el amanecer en mi ciudad, la explosión de colores naranjas en el horizonte, el Aconcagua que bosteza en los cielos y la fuerza bendita del sol, transformada en novia, océano, pueblo y bóveda celeste.
Las fotografás digitales - mediano formato - son de Daniel Avendaño y las tradicionales son de mi autoría.
un día más justo
Las noticias de la mañana me trajeron una alegría especial. El Parlamento español ha aprobado el matrimonio gay.
Es una jornada importante: como aquella en que se liberaró a los esclavos; o esa más reciente en que se concedió el voto a la mujer.
El diario "El País", nos informa que La ley que permite las bodas gays ha recibido el apoyo de 187 votos (PSOE, Grupo Mixto, Izquierda Verde, ERC, PNV, CC y dos diputados Convergencia, que tenían libertad de voto, y la ex ministra del PP Celia Villalobos), mientras que en contra se han pronunciado 147 (el Partido Popular y miembros de Unió). Cuatro diputados se han abstenido. La ley entrará en vigor en los próximos días, tan pronto como aparezca publicada en el BOE. España se convierte así en el cuarto país del mundo en reconocer este derecho, tras Holanda, Bélgica y, desde antes de ayer mismo, Canadá.
El debate previo a la votación ha concluido con una intervención no prevista del presidente del Gobierno. José Luis Rodríguez Zapatero ha destacado que con esta ley se da “estricto cumplimiento de un compromiso electoral” para construir “un país más decente porque una sociedad decente es la que no humilla a sus miembros”. El presidente ha añadido la victoria de la reivindicación homosexual “nos hace mejores a todos”.
Además, Zapatero se ha referido también a las “personas e instituciones que están en desacuerdo” para expresar su respeto y explicarles que la reforma del Código Civil “ahorra sufrimiento inútil de seres humanos”.
ES un día para celebrar.
Ayer el Congreso Español aprobó el matrimonio gay
Un pequeño retoque en el Código Civil
El matrimonio gay será posible al sustituir las referencias al "marido" o la "mujer" por "cónyuge"
ELPAIS.es - Madrid
ELPAIS.es - Sociedad - 30-06-2005 - 10:58
TEMA
La nueva familia
Derechos reconocidos
30-06-2005
La ley aprobada hoy por el Congreso que permite las bodas entre personas del mismo sexo parte de una modificación del artículo 44 del Código Civil. Hasta ahora decía: "El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio conforme a las disposiciones de este Código". A esta frase se añade otra: "El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o diferente sexo".
El truco es que el artículo no dice que el hombre tiene que casarse "con" la mujer. Es el mismo razonamiento que se usa para defender la constitucionalidad de la ley: que el artículo 32 de la Constitución dice que "el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica".
El resto de los cambios (16 artículos del Código Civil) se limitan a adecuar el lenguaje: donde ahora dice "marido", "mujer", "padre" o "madre" se dirá "cónyuge" o "progenitor". Por si al legislador se le escapa algo, una disposición adicional añade: "Las disposiciones legales que contengan alguna referencia al matrimonio se entenderán aplicables con independencia del sexo de sus integrantes".
Sin mencionarlo más que en la exposición de motivos, el cambio permite la adopción conjunta por parejas homosexuales y la coadopción (que el cónyuge del padre o la madre de un niño pueda adoptarlo). Esta última posibilidad es la que más reclaman las parejas homosexuales, sobre todo las de lesbianas, porque actualmente si una de ellas tiene un hijo -muchas recurren a la inseminación- el bebé no tiene ningún vínculo legal con su pareja, aunque las dos actúen de madres.
Además, la adopción conjunta resultará casi imposible para parejas casadas gays, porque los países de donde provienen los niños no permiten entregarlos a homosexuales.
El matrimonio gay será posible al sustituir las referencias al "marido" o la "mujer" por "cónyuge"
ELPAIS.es - Madrid
ELPAIS.es - Sociedad - 30-06-2005 - 10:58
TEMA
La nueva familia
Derechos reconocidos
30-06-2005
La ley aprobada hoy por el Congreso que permite las bodas entre personas del mismo sexo parte de una modificación del artículo 44 del Código Civil. Hasta ahora decía: "El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio conforme a las disposiciones de este Código". A esta frase se añade otra: "El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o diferente sexo".
El truco es que el artículo no dice que el hombre tiene que casarse "con" la mujer. Es el mismo razonamiento que se usa para defender la constitucionalidad de la ley: que el artículo 32 de la Constitución dice que "el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica".
El resto de los cambios (16 artículos del Código Civil) se limitan a adecuar el lenguaje: donde ahora dice "marido", "mujer", "padre" o "madre" se dirá "cónyuge" o "progenitor". Por si al legislador se le escapa algo, una disposición adicional añade: "Las disposiciones legales que contengan alguna referencia al matrimonio se entenderán aplicables con independencia del sexo de sus integrantes".
Sin mencionarlo más que en la exposición de motivos, el cambio permite la adopción conjunta por parejas homosexuales y la coadopción (que el cónyuge del padre o la madre de un niño pueda adoptarlo). Esta última posibilidad es la que más reclaman las parejas homosexuales, sobre todo las de lesbianas, porque actualmente si una de ellas tiene un hijo -muchas recurren a la inseminación- el bebé no tiene ningún vínculo legal con su pareja, aunque las dos actúen de madres.
Además, la adopción conjunta resultará casi imposible para parejas casadas gays, porque los países de donde provienen los niños no permiten entregarlos a homosexuales.
28 de junio de 2005
pérdidas
Hoy he perdido mi bolso, con mis documentos, libros, cheqera, cáma fotográfica, etc. De todos modos, da gusto estar vivo y sano y casi feliz.
27 de junio de 2005
papas gratinadas
Fuente: Abdonza Herrera G.
Porciones: 6
Ingredientes:
- 6 papas sabaneras grandes
- 250 gramos de queso mozzarella
- 150 gramos de queso parmesano
- 1 lata de crema de leche grande
- Una cucharada de mantequilla
Preparación:
Se cocinan las papas con sal (al gusto), luego se pelan y se parten en rodajas no muy delgadas.
Una refractaria previamente engrasada con la mantequilla se forra con una capa de papa, luego una de crema de leche y una de queso mozzarrella, así hasta terminar con crema de leche para agregarle la ultima capa de queso parmesano, se mete al horno 10 minutos o hasta que dore.
Puede acompañarlo con tostadas de ajo.
Porciones: 6
Ingredientes:
- 6 papas sabaneras grandes
- 250 gramos de queso mozzarella
- 150 gramos de queso parmesano
- 1 lata de crema de leche grande
- Una cucharada de mantequilla
Preparación:
Se cocinan las papas con sal (al gusto), luego se pelan y se parten en rodajas no muy delgadas.
Una refractaria previamente engrasada con la mantequilla se forra con una capa de papa, luego una de crema de leche y una de queso mozzarrella, así hasta terminar con crema de leche para agregarle la ultima capa de queso parmesano, se mete al horno 10 minutos o hasta que dore.
Puede acompañarlo con tostadas de ajo.
26 de junio de 2005
El famoso curanto
El curanto quedó sensacional.
Luego de estudiar la receta, dediqué el jueves y el viernes a comprar licores, carnes y verduras. A primera hora del sábado practiqué la adquisición de los mariscos y de los últimos ingredientes.
El proceso de cocina comenzó el viernes por la noche. Fue hermoso pelar y rrallar papas para hacer milcao. Imaginé a nuestros abuelos aborígenes preparando sus alimentos, a los panaderos amasando en la madrugada, a las hembras que construyen su reino en la cocina.
Dejé cociendo las papas a las 10.30 de la noche y me fui a descansar. Programé el despertador para las 11.20.... pero no lo escuché, fatal..... 4 de la mañana, gran incendio gran....las papas quemadas, la olla completamente negra.
Cinco de la mañana, volver a cocer papas; estrujar la papa rallada para preparar el milcao.... seis de la mañana, amasar y preparar los panes de milcao y chapalele.
7.40, desayuno en casa de mi vecino Claudio Z. Spiniak ( músico al que le gustan las lolitas, aunque no tan chicas como su homólogo tristemente célebre).-
Nueve de la mañana, últimas compras. 10.30, comienza la cocción. 12.00, mi baño diario (en tina of course). 13.00, comienzan a llegar los invitados (citados a las 12.00).
A media mañana, ocupé mi tiempo en cuidar los pucheros regándolos con vino a cada rato; en preparar un pebre mortal y en hornear el milcao y el chapalele.
14.00 Llega la primera olla a la mesa. 14.20, la Ali. sufre los efectos del Manhattan.
El aperitivo. Craso error. El trago preferido de Catito, no era el Manhattan, sino el Cosmopolitan. Mi memoria ha fallado nuevamente, confusión de información.
La noche que fuimos a Barlovento ella pidió Cosmopolitan y dijo que le encantaba al igual que a las chicas de Sex and the City y fui yo el que pidió Manhattan..... luego asocié la noche, la serie, la isla, el trago, y diablos, me equivoqué. (Olvidaré algún día que el vino preferido de Alma es "Las Encinas").-
Sin embargo, el trago estaba riquísimo, cabezón, pero memorable, y, razón tiene Selene, las cerezas se dejaban comer con soltura.....tanto, que al final me las devoré junto a una copa de whisky.
Las carnes, las longanizas, el pollo, los choros, el repollo, tenían un sabor abrazado de vino y todo estaba blandísimo.
La celebradas, Catito y Soledad, estaban dichosas, embriagadas con la libertad y el desahogo de haber aprobado su examen de grado el 15 de junio . ( Medieval examen de derecho, extremadamente complicado en las univertsidades tradicionales de provincia).
En adición a los referidos exitos, Javi, el novio de Catiuska, aprobó al día siguiente su examen de grado en la carrera de Sonido.
Recité poco, porque se me lenguaba la traba. Quedé contento, como una abeja en un capullo de rosas.
Estuvieron presentes; Las festejadas (incluido Javi); Max, la fantasma ( Mi secretaria); Ali (mi socia); Tutix; Paty; Pío; Carito; Panchita; Alejandra y Carlita (que no me quiso dar un beso).
Como a las cinco y tanto se retiraron mis amigos y yo me recosté un rato, ... desperté a las cuatro de la mañana, con sed, obra de Jack Daniels, pero sin dolor de cabeza.
Hoy almorcé curanto again y esta noche comerán también los trabajadores de mi edificio.
Mis papás me han dicho que me hicieron después de un curanto en el Cerro Castillo.
Luego de estudiar la receta, dediqué el jueves y el viernes a comprar licores, carnes y verduras. A primera hora del sábado practiqué la adquisición de los mariscos y de los últimos ingredientes.
El proceso de cocina comenzó el viernes por la noche. Fue hermoso pelar y rrallar papas para hacer milcao. Imaginé a nuestros abuelos aborígenes preparando sus alimentos, a los panaderos amasando en la madrugada, a las hembras que construyen su reino en la cocina.
Dejé cociendo las papas a las 10.30 de la noche y me fui a descansar. Programé el despertador para las 11.20.... pero no lo escuché, fatal..... 4 de la mañana, gran incendio gran....las papas quemadas, la olla completamente negra.
Cinco de la mañana, volver a cocer papas; estrujar la papa rallada para preparar el milcao.... seis de la mañana, amasar y preparar los panes de milcao y chapalele.
7.40, desayuno en casa de mi vecino Claudio Z. Spiniak ( músico al que le gustan las lolitas, aunque no tan chicas como su homólogo tristemente célebre).-
Nueve de la mañana, últimas compras. 10.30, comienza la cocción. 12.00, mi baño diario (en tina of course). 13.00, comienzan a llegar los invitados (citados a las 12.00).
A media mañana, ocupé mi tiempo en cuidar los pucheros regándolos con vino a cada rato; en preparar un pebre mortal y en hornear el milcao y el chapalele.
14.00 Llega la primera olla a la mesa. 14.20, la Ali. sufre los efectos del Manhattan.
El aperitivo. Craso error. El trago preferido de Catito, no era el Manhattan, sino el Cosmopolitan. Mi memoria ha fallado nuevamente, confusión de información.
La noche que fuimos a Barlovento ella pidió Cosmopolitan y dijo que le encantaba al igual que a las chicas de Sex and the City y fui yo el que pidió Manhattan..... luego asocié la noche, la serie, la isla, el trago, y diablos, me equivoqué. (Olvidaré algún día que el vino preferido de Alma es "Las Encinas").-
Sin embargo, el trago estaba riquísimo, cabezón, pero memorable, y, razón tiene Selene, las cerezas se dejaban comer con soltura.....tanto, que al final me las devoré junto a una copa de whisky.
Las carnes, las longanizas, el pollo, los choros, el repollo, tenían un sabor abrazado de vino y todo estaba blandísimo.
La celebradas, Catito y Soledad, estaban dichosas, embriagadas con la libertad y el desahogo de haber aprobado su examen de grado el 15 de junio . ( Medieval examen de derecho, extremadamente complicado en las univertsidades tradicionales de provincia).
En adición a los referidos exitos, Javi, el novio de Catiuska, aprobó al día siguiente su examen de grado en la carrera de Sonido.
Recité poco, porque se me lenguaba la traba. Quedé contento, como una abeja en un capullo de rosas.
Estuvieron presentes; Las festejadas (incluido Javi); Max, la fantasma ( Mi secretaria); Ali (mi socia); Tutix; Paty; Pío; Carito; Panchita; Alejandra y Carlita (que no me quiso dar un beso).
Como a las cinco y tanto se retiraron mis amigos y yo me recosté un rato, ... desperté a las cuatro de la mañana, con sed, obra de Jack Daniels, pero sin dolor de cabeza.
Hoy almorcé curanto again y esta noche comerán también los trabajadores de mi edificio.
Mis papás me han dicho que me hicieron después de un curanto en el Cerro Castillo.
22 de junio de 2005
El trago preferido de Catito
Manhattan
Ingredientes
* 1 1/2 onza de whisky
* 1 onza de vermut tinto o rojo
* 8 gotas de amrgo de angostura
* 4 cubos de hielo
Nº Personas
0
Dificultad
Baja
Pais de origen
Peru
Preparación
Aperitivo semiseco
Copa short drink
Instrucciones :
Coloque el hielo en la coctelera y añada los ingredientes en el orden que se indican, con un mezclador mueva la mezcla durante 8 segundos y sirva colando en la copa enfriada.
Adorne con una cereza roja dentro del vaso
Ingredientes
* 1 1/2 onza de whisky
* 1 onza de vermut tinto o rojo
* 8 gotas de amrgo de angostura
* 4 cubos de hielo
Nº Personas
0
Dificultad
Baja
Pais de origen
Peru
Preparación
Aperitivo semiseco
Copa short drink
Instrucciones :
Coloque el hielo en la coctelera y añada los ingredientes en el orden que se indican, con un mezclador mueva la mezcla durante 8 segundos y sirva colando en la copa enfriada.
Adorne con una cereza roja dentro del vaso
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