Recibí documentos
importantes relativos a un viejo cliente
Le escribí y
resultó que estaba preso en Israel
Viajé de
inmediato, con un solo bolso por
equipaje
Llegué a una
cuidad calurosa y de gente morena
La cárcel se
parecía al hospital de La Ligua
Me dirigí a
una gendarme y hablaba castellano con el tono de Chile.
Me permitió
entrar a la Cárcel
Pasamos
junto a un puesto de comida, en que destacaba una amplia variedad de humitas
Seguimos por
escaleras y edificaciones hasta llegar a una zona en
ruinas.
El único preso allí era mi cliente, que jugaba
ajedrez solitario, peinado a la gomina, vestido con chaqueta azul y pañuelo al cuello.
En la sala
sin techo, los muros extensamente horadados, a modo de grandes ventanales, dejaban ver un
gran canal que cruzaba una ciudad llena de vida y de edificios más altos que los
venecianos, sofisticados, con la
apariencia del 1900.
Por el canal
comenzó a acercarse una balsa sobre la que pronto divisé a dos niños rubios que
reían en traje de baño, mientras se desplazaban por la rápida corriente.
Yo
estaba absorto y conmovido por el
paisaje, tanto, que no sentí el agua que llenó la habitación hasta que mojó mi único
traje y mi bolso con los documentos.
Mi cliente
se alteró por el incidente, yo pensé en comprar nueva ropa y desperté.