|
Myriam, Carlos, Paty y Gonzalo |
|
Antoine, Myriam y Nancy Guerrero |
Este viernes 24 de agosto, nos reunimos con Myriam Parra, Claudio Francia, Nancy Guerrero, Tatiana Lastarria, Patricio González y amigos para celebrar en Casa Verde, el punto Central de nuestra Intervención Urbana "Muros que Miran al Mar".
Myriam fue nuestra anfitriona, Patricio González ofició de Maestro de Ceremonias.
Hugo Castillo, Miguel Stuart y Luis Guastavino, todos vecinos del barrio, compartieron sus impresiones del libro y la intervención urbana que tuvo allí su guión.
Lo que dije ayer, fue lo siguiente:
Nuestros Muros que miran al Mar
Este libro está dedicado a mi madre, porque sé, gracias a Isidora, que pequeños gestos de los hijos causan gran alegría en las fuentes de nuestra vida. Agradezco a Myriam Parra, la persona que dirige esta Intervención Urbana desde su punto Central en Casa Verde. Agradezco a Claudio Francia, su brillante trabajo sobre los muros. Agradezco a los creadores que otorgaron licencia para llevar sus obras a nuestras calles, especialmente a Nancy Guerrero y a Tatiana Lastarria esta noche presentes; a los vecinos que cedieron sus muros; a Patricio González y sus Ediciones Altazor, trascendente vitrina de los escritores porteños; a la Agrupación de Juntas de Vecinos, que canalizó administrativamente este proyecto; y por cierto, al Gobierno Regional y al Intendente de Valparaíso, que han apoyado decididamente este emprendimiento de arte.
Revelando lo esencial
El presente es diverso de la realidad fundamental. Nuestros sentidos sólo observan pequeñas superficies, sin acceder de inmediato a la historia, los motivos y los sueños. Lo esencial sigue siendo invisible a nuestros ojos.
Para acceder a lo imposible, lo incognocible, lo futuro, lo emotivo, lo profundo y lo perdido, el ser humano se vale de la poesía.
Así, un poema ilumina el rostro del espíritu, levanta muertos desde sus tumbas, descubre ángeles en la mirada, intuye el devenir, revela seres respirando entre los muros y un poderoso Minotauro derramando su inconciencia bajo el piso de nuestra pena.
El viaje, entonces, hacia la identidad de un país, un barrio o una calle, se realiza medularmente a través de la poesía.
Aquella poesía tradicional amarrada a la palabra; su registro aéreo, que llamamos música; su formato de luz, al que pertenece la pintura, el grabado, el muralismo.
Ahora, nuestro barrio tiene su propia flauta mágica, ventanas que unen lo cotidiano y lo esencial, la historia y la actualidad, palabra y pintura, vigilia y aquella otra realidad de sueños.
Paseando por nuestras calles y quebradas, accedemos por un instante a la piel de este barrio, pero en la poesía encontramos su gente, sus voces, su memoria, sus ninfas, el agua inquietando nuestros cuerpos, el sol creciendo entre las flores, sus muros cobijando nuestro cielo.
Nuestra poesía ilumina las esencias, escucha la realidad y la transforma.
Leer los muros
Quien lee, escribe. Quien observa una pintura, agrega su mirada y su luz al espacio intervenido.
Quien lee, construye su espíritu, accede a lo velado, construye su personalidad, se torna libre.
Quien lee, se humaniza.
Quien lee nuestros muros desde su poesía: construye con su pensamiento, sus emociones, sus sentidos y su intuición una catedral sustentada en la palabra, dotada de vitrales que iluminan nuestras calles.
Nuestro país tardó más de 100 años de vida independiente en combatir seriamente el analfabetismo a través de la Ley de Instrucción Primaria, mínimamente Laica y Obligatoria, promulgada el 26 de Agosto de 1920.
Hoy, un 51,5 de la población adulta, no comprende lo que lee, lo que debilita nuestra democracia, minimiza las posibilidades de comunicación y posterga el desarrollo en todos sus planos.
Mientras nuestro espíritu esté vacío, nuestros edificios seguirán registrando la rabia de los tags; nuestras cárceles seguirán repletas y toda alegría será superficial y efímera.
Por ello, todo gesto que incentive la lectura es una acción de progreso práctico, de solidaridad y de urgente humanidad.
Nuestra Catedral
Nuestra Obra, guardando las proporciones del caso, es una Catedral. Lo es, porque aquí el ser humano se encuentra con sus esencias, y, porque, del mismo modo que aquellos monumentos góticos, constituye un instrumento pedagógico que motiva, ilustra, aguijonea, enseña y conmueve a quienes cruzan su umbral invisible.
Estos Muros, como diría Maribel Rubio, invitan a “asomarse” y observar el esplendor del espíritu humano, sus miserias, su afán bajo las estrellas.
Nuestra Catedral tiene raíces en la historia de las siete colinas rocosas, salinas y húmedas que unen el borde costero entre los esteros Marga Marga y Delicias; reconoce como Alta Bóveda al Cielo; posee el Laberinto que encierra a nuestro Minotauro y maravillosas escaleras que en lo físico y en los sueños, conducen siempre al mar.
Los poemas configuran el plano, las piedras talladas y las columnas que levantan el edificio. Los vitrales, son trabajos visuales registrados en nuestros muros gracias al talento de Claudio Francia y el genio creador de Adriana Asenjo, Benjamín Lira, Francisca Délano, Francisca Núñez, Gonzalo Cienfuegos, Guillermo Núñez, Jaime Cruz, Klaudio Vidal, Nancy Guerrero, Roberto Matta, Roser Bru, Tatiana Lastarria, Virginia Vizcaíno.
El corazón de la catedral, el núcleo que une la piedra, la poesía y la luz, es el femenino espíritu del agua, la fuerza fecunda de la creación, el poder educador del abrazo.
Aunque nuestro Templo está construido en varios planos, su centro físico está en la Casa Verde, desde aquí Myriam Parra Vásquez, organiza y une a los diversos artistas, construye con ellos pautas de acción, decide junto a los vecinos las obras visuales que deben instalarse, fomenta el respeto entre los creadores, evalúa el avance de los trabajos y oficia como curadora y directora de esta Intervención Urbana Pluridisciplinaria.
Su Galería, que ocupa su vida y su hogar, es el punto axial de nuestro Templo. Myriam es líder entre sus iguales.
Nuestra Catedral es un objeto dinámico, pues admite poemas de distintos autores que se incorporarán en el Muro de la Poesía, sugerido por el creador magallánico Claudio Urrea Robin; porque se extenderá con nuevos murales hasta unir Valparaíso y Viña del Mar mediante la vía centenaria del antiguo Camino Real; y, porque admite aplicaciones de disciplinas adicionales, como la Fotografía de Erwin Thieme y Víctor Calzadillas; la Música en el caso de Felipe Palma y el Ensayo, a iniciativa de Felipe Acuña.
Uno de los poemas que ha llegado a nuestro “Muro de la Poesía”, es obra de nuestro amigo y poeta ausente: Eduardo Embry, quien desde Inglaterra le ha dedicado este texto a Myriam Parra y a nuestros Muros.
Arte de Muros
El arte de muros
en primera fila está diciendo
cuídate del arte,
y así también sus calles
que nunca volverán
a guijarros de agua dulce;
dentro de estas piedras invisibles
se oye el rumor de gente
que colgando del cielo
viaja en tranvías;
estos son los muros que
llevan monjes incrustados
en sus paneles invisibles,
nadie los ha podido arrancar,
los de capucha silenciosa,
más que nadie, repiten
como campanas
versos que salen de memoria:
Chile, cuídate de Chile,
Cuídate de los mares que dicen son tranquilos,
cuídate del trueque maligno:
“te pongo todos los barcos en la playa,
tú, me pones mar adentro
todas tus casas, con sus habitantes
haciendo señas en las ventanas”,
como campanas, como versos
salen de la cabeza de estos muros:
Chile, cuídate del océano;
Océano, cuídate de Chile.