Querida Marianne: Tengo el sapo amaestrado y listo
pero mi jardín de fantasía tiene poca agua y cero luz.
Este texto conversa con la poeta norteamericana Marianne Moore en:
POESÍA
A mí también me desagrada: hay cosas más importantes que esta fruslería.
Leyéndola, eso sí, con el más completo desdén, uno descubre que, después de todo, hay
en ella espacio para lo genuino.
Manos que pueden agarrar, ojos
que pueden dilatarse, pelos que se paran
si es necesario, estas cosas son importantes no porque una
interpretación altisonante puede imponérseles sino porque son
útiles; cuando se vuelven derivadas hasta lo ininteligible,
lo mismo puede decirse de todos nosotros, que
no admiramos lo que
no entendemos: el murciélago,
colgado cabeza abajo a la espera de algo que
comer, elefantes empujando, un caballo salvaje revolcándose, un lobo infatigable bajo un
árbol, el crítico inmutable crispando la piel como un caballo que siente una pulga, el
hin-cha del fútbol, el estadístico–
tampoco vale
ejercer la discriminación contra los “documentos de negocios y textos
escolares”; todos estos fenómenos son importantes. Uno debe distinguir,
empero: cuando la empujan hacia la notoriedad los poetastros, el resultado no es
poesía,
al menos no hasta que aquellos de entre nosotros que son poetas puedan ser
“literalistas de
la imaginación” –por sobre
la insolencia y la trivialidad y puedan presentar,
para ser inspeccionados, jardines imaginarios con sapos de verdad en ellos,
la tendremos. Por el momento, si solicitas por una parte
la materia prima de la poesía en
toda su crudeza y
por otra parte lo
genuino, entonces te interesa la poesía.
POETRY
I, too, dislike it: there are things that are important beyond all this fiddle.
Reading it, however, with a perfect contempt for it, one discovers that there is in
it, after all, a place for the genuine.
Hands that can grasp, eyes
that can dilate, hair that can rise
if it must, these things are important not because a
high sounding interpretation can be put upon them but because they are
useful; when they become so derivative as to become unintelligible,
the same thing may be said for all of us, that we
do not admire what
we cannot understand: the bat,
holding on outside down or in quest of something to
eat, elephants pushing, a wild horse taking a roll, a tireless wolf under
a tree, the immovable critic twitching his skin like a horse that feels a flea, the base-
ball fan, the statistician–
nor is it valid
to discriminate against “business documents and
school-books”; all these phenomena are important. One must make a distinction
however: when dragged into prominence by half poets, the result is not poetry,
nor till the poets among us can be
“literalists of
the imagination”–above
insolence and triviality and can present
for inspection, imaginary gardens with real toads in them, shall we have
it. In the meantime, if you demand on one hand,
the raw material of poetry in
all its rawness and
that which is on the other hand
genuine, then you are interested in poetry.