

Al fin llegó la época del cumpleaños. Las celebraciones comenzaron el jueves, tras presenciar a cientos de adolescentes desbordar la Alameda con sus piedras y sus rostros anónimos, remeciendo nuestra alma con su violencia, su rabia de exclusión, su agrio desprecio por nuestra pequeña paz burguesa.
Amainados los disturbios, caminamos con Piti por el centro de Santiago en busca de un restaurant especializado en ostras. Nuestras expectativas de sabores se cumplieron con éxito y los diálogos deslumbrantes sobre bicicletas, Patagonias y socialismos, construyeron entre ambos un momento de aquellos que se guardan en el alma.
Tras una experiencia de sardina en el metro, regresé a Valparaíso para compartir con mi padre y mi hermano una fraterna cena familiar.
La noche siguiente, la víspera del cumpleaños, me desplacé hasta Olmué para festejar a mi madre y cenar con mi familia nuclear en un bucólico establecimiento Limachino.
A la mañana siguiente, un tren me llevó hasta los brazos de AB, quien me acompañó todo el día entre siestas y abrazos, colmados de su alma de estrellas, preguntas y pianos.

Por la noche, Amla encendió los fuegos de la purificación con un rito tibetano. Mamita Viento desplegó su canto de Machi para enfrentar a las fuerzas de la oscuridad y buscar para mí la protección de la luz.

Nicole, junto a dos músicos notables, nos trajo el canto de nuestra tierra y Gabi, mi Sycorax, nos embrujó con su voz desnuda y sensual.

“Manantial Azul”, maga en el ejercicio de todas las artes, buscó para mí al Sócrates de Satie y me maravilló guardando en un cofre mágico los colores rojos y verdosos que alimentan mi alma de lagartija.
“Claudia y Manuel” encerraron en una caja instalación los secretos de nuestros encuentros entre los rincones de Valparaíso.
Pao me llenó de alegría con su apoyo de madrugada, sus abrazos, su música de África y Nueva York, su despliegue infinito de dulzura.
Alma, se hizo presente con un sincronismo. Un recuerdo discreto de su singular presencia en mi espíritu.
Luz me escribió desde la ribera de un lago suizo.
Caperucita me colmó de abrazos y de luna.
Alicita nos llenó de una alegría dulce con su cariño de buena compañera.
Kika llegó con su música, su melena crespa y su energía, aprovechando un descanso entre sus viajes por Río de Janeiro y Buenos Aires.

Susana García asistió vestida de sonrisas, llena de estrellas, pura de alma.
Marcia Orell, insistió en enseñarnos su espíritu alegre, chilote, enamorado.
Francisco Acevedo llegó con su poesía de niño con barba.
Carlita y Galáctico llevaron su alegría y su corazón lleno de montañas.
Felipe y Carolina, entrañables y dulces, se ocuparon de amplificar el sonido de tanta magia.
La Pamela y Rafael viajaron desde otras primaveras para abrigarme con sus abrazos.
La Pío e Iván, nos trajeron su amor de bosques y madrugadas.
Cecilia nos bendijo con su mirada de bosques.
Anita nos deslumbró con su nueva sonrisa.
América y Claudio: guardaré silencio sobre ello.
El domingo lo ocupamos en recorrer la ciudad junto a las visitas afuerinas y conversar con el otro Gonzalo sobre su compromiso en esta tierra.
El lunes, llegó el mejor regalo, la noticia de un espíritu de amor aterrizando en nuestra pequeña caja mágica.

Desde la sombra, surge la luz de AB., al fondo Amla, en primer plano: Pedro, Pao, moi, Gabo y parte de Anita.

Mamita Viento, Marcia y Manantial Azul