
Los poemas también mueren
caen pesados como juicios
bellos como la piedra fresca
perdiendo sus raíces
olvidando su sentidos
Todos
salvo algunos que quedaron en tus brazos
atados como banderas a tu risa
íntimos y estrellados
inmunes al olvido
hechos no sólo de palabras
incontenibles volcánicos
infinitos
el pequeño cristal
que robé de tu alma
Tomé un linea de Benedetti y otra de Neruda mientras Isidora pedía su primera leche y yo pensaba en la muerte del lenguaje y en la conexión de lo íntimo con lo universal. Ahora me siento como Prometeo.
En la imagen, "Mujer con sombrero azul", de Picasso.