Busco muros,
los pido como ventanas,
pozos que cruzan los años,
puertas de otros inviernos,
pizarras cargadas de flores,
ramas del árbol primero,
dedos del niño que crece,
huellas de luz en la paz.
Busco un horizonte perdido,
rostros simples del cemento,
páginas que miran el agua,
labios desnudos del alma,
pumas que lloran y mienten.
Busco entonces fragmentos,
trozos de otra palabra,
formas que superan al número,
raíces de otra esperanza,
frutos y espejos del tiempo.
Busco la lluvia que limpia,
insistentes bocinas de barcos,
balas en la ruta de Diego,
lápices en cuadernos de niños,
limones que crecen en el aire.
Busco puentes,
círculos sagrados,
naves del silencio,
zapatos de otras almas,
brazos del río interior.
En concreto,
pido muros y puertas,
cuerpos del espíritu,
océanos de viento,
lujuria de mirada,
ojos mirando desde la piedra.
¿Qué hacer?
Nuestra política de luz
comienza al decir
“cincuenta y cien”
caminar hacia el sur
alumbrar imágenes en muros
pensar la noche como un viaje
ojos de metal
observando a Francisca Núñez
borrando fronteras del destino
abriendo un océano en el barrio.
Consiste en elevar la sonrisa de Isidora
mudar los sentidos de su calle
abrir ventanas en el bosque
tomar los barcos con la mano
tomar los barcos con la mano
respetar los sueños del vecino
entender el verano de las uvas
regalar los domingos y los sábados
amar las bibliotecas
viajar hasta el fin de un abrazo.
Busca cumplir con la franqueza
dibujar los miedos que callamos
aplacar la rabia
ahondar el desapego
dejar las útiles bolsas de plástico
hacer maceteros en los autos
escuchar los voces humilladas
escuchar los voces humilladas
compartir frutas y palabras
dar la batalla final en cada árbol
cada pequeña asamblea
cada pequeña asamblea
cada sala con niños
cada nido de pájaros.
Vencedora del destino
La niña
habla con su padre en la estación,
las máquinas respiran el fuego
y empujan el mundo hacia el sur,
llenando de vapor las mañanas,
moviendo la antigua esperanza.
En la escuela,
sus ojos buscan los libros,
caminan en cada palabra,
como si su alma pudiera desprenderse,
descender en letras y verbos,
existir en otros tiempos,
crecer en otros cuerpos,
definir otra magia y otro sueño.
Como brilla tu aurora en los campos,
mientras vuelcas tu sol en el mundo,
escuchas un relato sin dioses,
emprendes los ritos del hambre,
vuelas como un himno de furia,
caes en la noche y la nieve,
un extenso país en las nubes,
otras aulas, otros hierros,
otra puerta en la historia.
Y sin embargo, retornas,
buscas razón en el lodo,
música entre almas heridas,
labios formados de piedra,
extensas fronteras de olvido.
Regresas y cambias,
pasas de la tinta a las formas,
indagas la pura mirada,
el escorzo,
los viejos buriles,
las almas que gritan colores,
el peso del cielo en los rostros.
Aquí estás y no estás,
insistente en días perdidos,
simple de cariños,
limpia de agua y de vida.
Aquí abrazas y creces,
dejas lo pequeño y lo sucio,
derribas antiguas paredes,
liberas lo nuevo y lo eterno.
Aquí te pintas de verde,
inventas un río de fuerza,
reclamas la luz de la lluvia,
recoges al sol en tu cuerpo.
Roser Bru
En la Escuela Montessori
hay una niña que ama las sandías
y muerde impecables granadas.
Cercada por amor y explosiones,
transita entre desastres de guerra,
persigue espíritus
que pulen y repasan.
Sobreviviente,
exiliada de su propia infancia,
viaja en un poema
hasta Septiembre y Valparaíso.
Se instala en los temblores de Chile,
la secreta hipocresía de sus familias,
las viejas cocinas,
madera en las guitarras,
frutosas haciendas,
arados tirados por caballos,
casas con parrones y hormigas.
Lúdica, observante,
milenaria en el grabado,
colectiva de aprecios,
ferviente defensora de su espacio,
incorregiblemente humana,
ser que escucha los siglos,
alma en que enseña el color.
Sobreviviente
al espanto de los tanques,
protectora de manos y ojos,
poderosa adversaria del dolor,
ligera resistente de la aurora,
niña atada a sus lanas,
niña liberada y a salvo.
Bendita
porque guía mis desvelos,
revela el amor de los triángulos,
la sospechosa actitud del dinero,
la genuina mirada del destino.
Bendita
y cada día más joven
-cautiva de su infancia-
más rotunda de vida,
más sembrada de cielo.
Guillermo Núñez
En mi barrio encontré la huella de Guillermo,
espejo del obrero perseguido,
mítico guardián de la rosa,
porfiado defensor de los sueños,
golpeado por su amistad con el brío,
espíritu entre el cielo y la piedra,
humano al servicio de lo humano,
poeta de silencio y colores,
gimnasta de manchas y truenos,
actor en la tragedia del siglo,
testigo permanente de la lluvia,
sobreviviente del infierno,
grito de multitudes desnudas,
hombre en libertad condicional,
hombre azul entre los hombres.
Gato de Francisca
Soy un gato absurdo, lunfardo, paradójico.
Habito el ombligo del día lunes,
el cajón del lustrabotas,
el laberinto rojo de Francisca Núñez.
Dejo mis bigotes en las copas de champaña.
Anudo mis zapatos con rayos oscuros,
empleo mi cola para batir la espuma,
postergar la noche, arañar la luz.
Soy un bordador de certezas.
Gozo sobre pianos y escritorios,
persigo el dolor de las pintoras,
persisto en los afanes de la yumba,
crezco en las sombras del ingenio
y en las arrugas pródigas del bandoleón.
Poema asociado a obra de Francisca Núñez.
La imagen proviene de Galería Casa Verde.
Sueño de Benjamín Lira
Hoy, último día de la noche,
el peluquero me habló del antiguo planeta,
los sonidos reinantes en las playas,
agua cayendo desde el cielo,
multitudes en los mercados,
verde olor de la albahaca,
llamado creciente del pan tostado,
humo en los hornos de barro.
Es portentosa la memoria de la especie.
Ni siquiera sus abuelos habitaron esa roca de gua,
ese extinto cielo, esa nube de ácidos.
Poema asociado a la obra de Benjamín Lira.
La imagen proviene de Galería Casa Verde.
Guillermo Núñez
En mi barrio encontré la huella de Guillermo,
espejo del obrero perseguido,
mítico guardián de la rosa,
porfiado defensor de los sueños,
golpeado por su amistad con el brío,
espíritu entre el cielo y la piedra,
humano al servicio de lo humano,
poeta de silencio y colores,
gimnasta de manchas y truenos,
actor en la tragedia del siglo,
testigo permanente de la lluvia,
sobreviviente del infierno,
grito de multitudes desnudas,
hombre en libertad condicional,
hombre azul entre los hombres.
Gato de Francisca
Soy un gato absurdo, lunfardo, paradójico.
Habito el ombligo del día lunes,
el cajón del lustrabotas,
el laberinto rojo de Francisca Núñez.
Dejo mis bigotes en las copas de champaña.
Anudo mis zapatos con rayos oscuros,
empleo mi cola para batir la espuma,
postergar la noche, arañar la luz.
Soy un bordador de certezas.
Gozo sobre pianos y escritorios,
persigo el dolor de las pintoras,
persisto en los afanes de la yumba,
crezco en las sombras del ingenio
y en las arrugas pródigas del bandoleón.
Poema asociado a obra de Francisca Núñez.
La imagen proviene de Galería Casa Verde.
Sueño de Benjamín Lira
Hoy, último día de la noche,
el peluquero me habló del antiguo planeta,
los sonidos reinantes en las playas,
agua cayendo desde el cielo,
multitudes en los mercados,
verde olor de la albahaca,
llamado creciente del pan tostado,
humo en los hornos de barro.
Es portentosa la memoria de la especie.
Ni siquiera sus abuelos habitaron esa roca de gua,
ese extinto cielo, esa nube de ácidos.
Poema asociado a la obra de Benjamín Lira.
La imagen proviene de Galería Casa Verde.
Hombre son sombra azul
Conozco a un hombre
que tiene la sombra azul
existe en el rayo de justicia
emerge de rocas devastadas
perfectas en su cúbica belleza
vibrantes en un plano sinfónico
inmensas como un océano
unidades sexuadas del día y la muerte.
Conozco a un hombre que parece simple
superficial liviano
mago de cómico sombrero
máscara de un profundo silencio
abismo de tormentas
puerta secreta del asombro
origen y epílogo
de todo círculo
pingüino abrigando su centro
la simiente
la chispa del amanecer.
Poema asociado a la obra de Bororo que se reproduce.
La imagen proviene de Galería Casa Verde.
Samy Benmayor
Samy:
¿cómo se arruga la tristeza?
¿cómo se rompe el naufragio?
¿cómo se incendia el silencio?
Háblame de tus fuegos invisibles
tu constante poder sobre la aurora
tu amorío con Cirse
oh insólito embajador de las Bacas
alegre fotógrafo de la música
oculto trovador de la Luna
ciclista entre lo puro y su sombra
bendito Lázaro de la primera infancia.
Hombre desnudo
Vi un cuerpo desnudo entre las luces
hombre enfermo de tristeza
gigante extraviado en la noche
niño muerto en un adulto
profunda verdad de la miseria
rostro final de la pureza.
Poema asociado a obra de Adriana Asenjo.
La imagen proviene de Galería Casa Verde.
Pez
¿Puede un pez exceder su realidad?
transitar entre olas y tintas
heredar sus espinas a los muros
contener la mirada de los hombres
volcar su humedad a nuestros sueños.
¿Puede un pez ser idea y mirada?
símbolo
recuerdo compartido
unión de todos los peces
idea atrapada en una plancha
chispa interior de Virginia
espina hiriendo su historia.
Pez reclamando ser Cristo
multitud buscando sus redes
marchando del agua a las bodas
tesoro guardado en el Tanaj
tres días al interior del océano
tres días en el vientre de un pez.
Poema asociado a obra de Virginia Vizcaíno.
La imagen proviene de Galería Casa Verde.
Muchacha del mar
El océano la puso allí para que existiera en un poema
y hablara en silencio con los días de mar
antes de nacer las bicicletas
antes del siglo y sus inviernos
antes de vivir en la mirada
y quedarse porfiada en los muros
como voz secreta del azul.
La imagen corresponde a una obra de Tatiana Lastarria y proviene de Galería Casa Verde.
Los novios eran el mar.
Su humanidad tenía algas,
anzuelos, jaibas,
elegantes redes de acero.
La corbata del novio
era un congrio y
sus sueños estaban
desnudos en la arena,
unidos como un silencio rojo,
como dos vientos
besándose sobre un árbol.
La pareja miró su infancia
y vio su catedral
perderse en las aguas,
con cúpulas llenas de espuma,
lanzando olas como oraciones sagradas.
Poderoso templo de ovarios,
vientre de la lluvia,
húmeda vulva de piedra,
ballena escupiendo belleza.
La pareja durmió entonces
y despertó junto a Lorenzo Moya,
alegres de hacerse infinitos,
seres perfectos de la mente,
minotauros renacidos,
luces abrochadas a un poema.
Roberto Matta
Maestro
almorcé con tus cubiertos etruscos
y fui tú en la sopa de mandrágoras
viajero al lugar imposible
ciudadano radiante
tierra hecha hombre
caldero lleno de espíritu
bárbaro protector de sabinas
epicúreo de colores
Homero en la Luna
pitagórico mago
lujurioso insondable
Abad de su propio Monasterio
calígrafo con manos de viento
orfebre de alfabetos
apóstol del barro
dueño del anillo Gropius
atómico Hieronymus
brigadista en medio de flechas
benigno volantín de otro cielo
escultor de temblores
celador de luceros y hierbas
grande enemigo de los tanques
niño en su patio de estrellas
duende en domos de piedra
bifronte de Federico
sembrador de catedrales
carcelero del Minotauro
hechicero de bigotes rojos
joven trovador de la lluvia
límite superior de la gracia
allendista en el plano del relámpago
litúrgico del fuego y el aire
flautista con alas de gato
jardinero de nubes oblicuas
humorista de luz
duchampista de clic y tromp
gran sombrerero del Mapocho
genio con manto invisible
obispo del vino y las manos
jinete del Marga Marga
reflejo de Jesuitas
propietario del dos de copas
alquimista en textos de Huidobro
lámpara llena de risas
buzo en el Pozo de Chartres
hombre llamado pureza.
Liberación del Minotauro
El pensamiento ha trepado sobre los muros del miedo
y las emociones fluyen como rayos entre las piedras
las paredes que dividen el laberinto
están cediendo ante el oleaje
surgen ventanas y ojos de otros seres
portales como láminas de un sueño
pozos de verdad y alegría
horizontes en que brilla la mirada
bosques perfectos y azules
ciudades que la razón no ha perdido
la pureza en los ciclos del agua
la puerta ancestral de los delfines.
Todo ello cuando tu regresas a la mente
venciendo el tedio de lo cotidiano
y atiendes su música y sus vientos
libertad que le debes a tu fuego
amor creciendo entre las piedras
amor como luz en el invierno.
Maestro
almorcé con tus cubiertos etruscos
y fui tú en la sopa de mandrágoras
viajero al lugar imposible
ciudadano radiante
tierra hecha hombre
caldero lleno de espíritu
bárbaro protector de sabinas
epicúreo de colores
Homero en la Luna
pitagórico mago
lujurioso insondable
Abad de su propio Monasterio
calígrafo con manos de viento
orfebre de alfabetos
apóstol del barro
dueño del anillo Gropius
atómico Hieronymus
brigadista en medio de flechas
benigno volantín de otro cielo
escultor de temblores
celador de luceros y hierbas
grande enemigo de los tanques
niño en su patio de estrellas
duende en domos de piedra
bifronte de Federico
sembrador de catedrales
carcelero del Minotauro
hechicero de bigotes rojos
joven trovador de la lluvia
límite superior de la gracia
allendista en el plano del relámpago
litúrgico del fuego y el aire
flautista con alas de gato
jardinero de nubes oblicuas
humorista de luz
duchampista de clic y tromp
gran sombrerero del Mapocho
genio con manto invisible
obispo del vino y las manos
jinete del Marga Marga
reflejo de Jesuitas
propietario del dos de copas
alquimista en textos de Huidobro
lámpara llena de risas
buzo en el Pozo de Chartres
hombre llamado pureza.
Liberación del Minotauro
El pensamiento ha trepado sobre los muros del miedo
y las emociones fluyen como rayos entre las piedras
las paredes que dividen el laberinto
están cediendo ante el oleaje
surgen ventanas y ojos de otros seres
portales como láminas de un sueño
pozos de verdad y alegría
horizontes en que brilla la mirada
bosques perfectos y azules
ciudades que la razón no ha perdido
la pureza en los ciclos del agua
la puerta ancestral de los delfines.
Todo ello cuando tu regresas a la mente
venciendo el tedio de lo cotidiano
y atiendes su música y sus vientos
libertad que le debes a tu fuego
amor creciendo entre las piedras
amor como luz en el invierno.