Serpientes y Magos
La cesta de mimbre
estaba llena de serpientes
algunas llevaban números en su piel
otras vestían un overol de billetes
y elevaban sus cascabeles
con amenazante
elegancia y destreza
Las había enormes
con textos escritos en la piel
caligrafía hermosa
en idiomas
que parecían griego
mandarín
o sánscrito
En total eran siete
sus nombres eran
Espinosa Rubí
Jacob Tseng Pu
Raquel Tupac
y Abraham
Sorpresivamente
me invitaron a tomar desayuno
Abraham preparó
huevos de campo
con hongos y tabasco
luego hablamos de la verdad
y su búsqueda
citamos a Popper y Prometeo
empleamos los sueños de Miranda
y los antiguos libros de Próspero
Luego del banquete matutino
una comisión de doce magos llegó a buscarme
me hablaron con números y símbolos
les respondí con mis naipes del tarot
nos abrazamos
con las palabras mágicas
bebimos las copas amargas
y dulces
del mediodía
Empédocles
Tras los besos matutinos de Isidora,
abrí la caja de mi alma y
sin permiso de nadie,
apareció Empédocles,
hombre de las sandalias de bronce,
filósofo de cuatro raíces,
aire, agua, fuego y tierra.
Me miró a los ojos y dijo:
"Yo camino entre vosotros como un dios inmortal
y voy honrado por todos como merezco".
Como respuesta,
le entregué
una rama de acacia
y él comprendió.
Ensayamos los signos, los toques
y las palabras que nadie debe repetir.
El siciliano estuvo feliz
de saber que sus ritos
sobrevivan entre
televisores y aeroplanos,
incluso aquí
en el fin austral del mundo.
Me preguntó por la democracia y
sus evoluciones.
Me puse a hablarle con calma
y algunas lágrimas salieron de mis ojos
mientras preparaba el desayuno
y encendía el fuego de la sabiduría.
Le pregunté por su muerte.
¿Acaso quisiste ser un Cristo?
anticipar el engaño
subir a los altares
y quedarte en los temores de los niños
y en la pena de los hombres
que han perdido a sus hijos.
Me miró con tristeza
y dijo que aquello era un embuste,
que sólo quiso subir al Etna
para morir con decencia,
sin hundirse en el dolor,
sin revolcarse en su mierda.
Le pregunté por el Bautista y los suyos.
¿Habrán ellos logrado la ardid?
Todo, para extender sus lámparas
entre el aire y el silencio.
Tras los besos matutinos de Isidora,
abrí la caja de mi alma y
sin permiso de nadie,
apareció Empédocles,
hombre de las sandalias de bronce,
filósofo de cuatro raíces,
aire, agua, fuego y tierra.
Me miró a los ojos y dijo:
"Yo camino entre vosotros como un dios inmortal
y voy honrado por todos como merezco".
Como respuesta,
le entregué
una rama de acacia
y él comprendió.
Ensayamos los signos, los toques
y las palabras que nadie debe repetir.
El siciliano estuvo feliz
de saber que sus ritos
sobrevivan entre
televisores y aeroplanos,
incluso aquí
en el fin austral del mundo.
Me preguntó por la democracia y
sus evoluciones.
Me puse a hablarle con calma
y algunas lágrimas salieron de mis ojos
mientras preparaba el desayuno
y encendía el fuego de la sabiduría.
Le pregunté por su muerte.
¿Acaso quisiste ser un Cristo?
anticipar el engaño
subir a los altares
y quedarte en los temores de los niños
y en la pena de los hombres
que han perdido a sus hijos.
Me miró con tristeza
y dijo que aquello era un embuste,
que sólo quiso subir al Etna
para morir con decencia,
sin hundirse en el dolor,
sin revolcarse en su mierda.
Le pregunté por el Bautista y los suyos.
¿Habrán ellos logrado la ardid?
Todo, para extender sus lámparas
entre el aire y el silencio.
Isidora plantó lentejas
Hoy hablé con mi hija,
me miró con sus ojos gigantes,
me habló de su yogurt,
las bocinas de los barcos,
los pequeños brotes
de lentejas,
el cariño de su abuelo,
las nuevas flores del durazno.
De pronto,
quebró un frasco
y la busqué con ojos severos,
ella miró el suelo
estrellado de cristales
y corrió
a los brazos de su madre.
Un minuto más tarde,
nos encontramos,
leímos septiembre
en nuestros rostros,
nos llenamos de rocío,
comenzamos
un festival de abrazos.
Congrio de invierno
Hoy voy a preparar congrio
no la receta de Pablo
sino que un experimento
mezcla de ttoro y arriero
Partiré al mercado y pediré
dos anguilas luminosas
cebollas
que purifiquen los ojos
pimentones rojos y amarillos
ajíes secos
aceite de oliva
papas sagradas
de Chiloé
Las cabezas y los pellejos
irán a una olla de vino blanco
y se ubicarán en un frente
de reserva
conformando un poderoso caldo
reducido sabroso galopante
Sobre mi paila gigante
mientras gorgotea el aceite
caerán las láminas de cebolla
el fulgurante ajo
los alargados cortes de pimentón
y las papas
que aprovecharán ese infierno
hasta que llegue la serpiente
besada por la mantequilla
ligeramente cubierta de harina
Para cerrar la batalla
vendrán buenas cantidades de tomate
los ajíes secos
y el maravilloso caldo
que suspende el invierno
Chow Mein
Abrazos Rotos
una película de Almodóvar
despertó en nosotros
el deseo por la comida china
Chow Mein dijo ella
y yo anoté ese nombre
en mi mente
y en este cristal
que es espejo del mundo
En pocos minutos
sumé los tallarines
zuchini brócoli
tres pequeñas cebollas
y tres porciones de jengibre
que una maga
japonesa
puso en frascos
al otro lado de mi calle
Pronto
todos esos rostros
estaban girando
danzando junto al vino blanco
salsa de soya
y unas gotas de tabasco
engalanados
por un kilo
de grandes camarones
ecuatorianos
rosados
refulgentes
primordiales
La pasta había bebido
de ese caldo
y era un cometa
trayendo aromas de otros aires
reinando en nuestro paladar
con los poderosos sabores
de muchas patrias
Los tres comensales
en pijamas
llenaron una y otra vez sus platos
desbordados por los sabores
apasionados
agradecidos de Almodóvar
brindando con copas verdes
una película de Almodóvar
despertó en nosotros
el deseo por la comida china
Chow Mein dijo ella
y yo anoté ese nombre
en mi mente
y en este cristal
que es espejo del mundo
En pocos minutos
sumé los tallarines
zuchini brócoli
tres pequeñas cebollas
y tres porciones de jengibre
que una maga
japonesa
puso en frascos
al otro lado de mi calle
Pronto
todos esos rostros
estaban girando
danzando junto al vino blanco
salsa de soya
y unas gotas de tabasco
engalanados
por un kilo
de grandes camarones
ecuatorianos
rosados
refulgentes
primordiales
La pasta había bebido
de ese caldo
y era un cometa
trayendo aromas de otros aires
reinando en nuestro paladar
con los poderosos sabores
de muchas patrias
Los tres comensales
en pijamas
llenaron una y otra vez sus platos
desbordados por los sabores
apasionados
agradecidos de Almodóvar
brindando con copas verdes
Mujer con sombrero rojo
Amada, dame el árbol y el martillo,
el agua pétrea de tus fuentes,
el limpio palpitar de mis sentidos,
la música feroz de tu sombrero rojo.
Sube del fuego hasta mi alma,
honra el tronar de los ríos,
gira con el furor de una novia,
danza en mis selvas y mis playas,
alza las armas del estío,
dame tu Luna y tu pan.
Reina en tu constante victoria,
domina con tu sola mirada,
hazte lenta como el infierno,
grave y plácida en la tierra,
límite azul del domingo,
nombre primero del sur.
Crece como lluvia en la noche,
canta para mí en los jardines,
funda en tu risa las mañanas,
nace conmigo en el mar.
el agua pétrea de tus fuentes,
el limpio palpitar de mis sentidos,
la música feroz de tu sombrero rojo.
Sube del fuego hasta mi alma,
honra el tronar de los ríos,
gira con el furor de una novia,
danza en mis selvas y mis playas,
alza las armas del estío,
dame tu Luna y tu pan.
Reina en tu constante victoria,
domina con tu sola mirada,
hazte lenta como el infierno,
grave y plácida en la tierra,
límite azul del domingo,
nombre primero del sur.
Crece como lluvia en la noche,
canta para mí en los jardines,
funda en tu risa las mañanas,
nace conmigo en el mar.
Desnuda en la cocina
Desnuda,
siempre vas desnuda en la cocina,
persuadiéndome del orégano y el tomate,
hablándome de la mantequilla,
las habas de Pitágoras,
el lúdico sentido de los puerros,
mi olor cuando nace el curanto
y tu cuelas el caldo.
Desnuda,
siempre muerdes los tomates
para provocarme,
me obligas a cubrirte de oliva,
buscar naranjas en tus labios,
beber vino desde tu boca.
Desnuda,
mientras pienso el café de los sufis,
lleno tu cuerpo de albahaca,
planto fresas en tu ombligo,
saco miel de tus pechos,
busco granadas y moras
encuentro uvas y rojo maqui.
siempre vas desnuda en la cocina,
persuadiéndome del orégano y el tomate,
hablándome de la mantequilla,
las habas de Pitágoras,
el lúdico sentido de los puerros,
mi olor cuando nace el curanto
y tu cuelas el caldo.
Desnuda,
siempre muerdes los tomates
para provocarme,
me obligas a cubrirte de oliva,
buscar naranjas en tus labios,
beber vino desde tu boca.
Desnuda,
mientras pienso el café de los sufis,
lleno tu cuerpo de albahaca,
planto fresas en tu ombligo,
saco miel de tus pechos,
busco granadas y moras
encuentro uvas y rojo maqui.
Nuestras copas
La copa está mostrando sus colores,
desplegando el olor de las moras,
la presencia del chocolate,
los límites serenos de la madera.
Están también tus manos sagradas,
la primera luz en tus brazos,
tu alma descifrando un cigarro,
un poema cayendo en tus labios.
La copa está quebrada y sin vida,
vacía de todo recuerdo,
astillada en momentos de ternura,
castrada como aquella memoria.
Deseo
Pido toda la extensión de tus formas,
tu espléndida y rabiosa desnudez,
el avatar hiriente de tus labios,
las paredes urgentes de tu sexo.
Quiero tu insistente cadencia,
la robusta lentitud de tu lengua
tus manos perdidas en mi tierra,
edad en que miente tu experiencia.
Propongo respirar en tu pelo,
rezar la insolencia de tus senos,
vencer tu incesante resistencia,
sembrar mi secreto en tu pureza.
Quiero tus ojos cerrados,
tu copa volcada en mi vientre,
los límites roídos y exhaustos,
tu fuego llamado elocuencia.
Exijo sentirte inspirada,
triunfante, erizada,
ferozmente líquida,
nerviosa ante el grito de mi cuerpo.
tu espléndida y rabiosa desnudez,
el avatar hiriente de tus labios,
las paredes urgentes de tu sexo.
Quiero tu insistente cadencia,
la robusta lentitud de tu lengua
tus manos perdidas en mi tierra,
edad en que miente tu experiencia.
Propongo respirar en tu pelo,
rezar la insolencia de tus senos,
vencer tu incesante resistencia,
sembrar mi secreto en tu pureza.
Quiero tus ojos cerrados,
tu copa volcada en mi vientre,
los límites roídos y exhaustos,
tu fuego llamado elocuencia.
Exijo sentirte inspirada,
triunfante, erizada,
ferozmente líquida,
nerviosa ante el grito de mi cuerpo.
Gracias
Dije gracias por venir,
gracias por dejar tus ojos,
sostener mi cielo,
perdonar mi azul.
Gracias por escuchar,
por ceder tu cuerpo,
llevar las copas,
conocer la luz.
Dije gracias por mirarme,
por buscar mi bosque,
respetar mis ritos,
extinguir mi cruz.