Era sábado y entré en la sinagoga
Había allí un hombre con la mano seca
Me sentí presa de una trampa
pero le pedí al hombre
que se pusiera en el centro y dije a todos:
¿Es lícito, en día de sábado, hacer bien o hacer mal, salvar una vida o matar?
y la única respuesta fue el silencio.
La ira se asomó en mi alma
y apenado por la dureza de tantos corazones
pronuncié "alarga la mano"
y en enfermo,
extendiéndola, quedó sano.
Los fariseos salieron enseguida
y tras los muros
planearon mi muerte
junto a los seguidores de Herodes.
Dicen que en este texto figura mi palabra y mi ira,
pero es un poema de Gonzalo
sobre un pasaje que marca divisiones
chispa de Jerusalén destruida
en que una nueva Iglesia
busca repudiar su origen.
El hombre con la mano seca
y la higuera que no da frutos
son Israel
retratados como extraviados en mil reglas
y alejados del Amor.
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