No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote
y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés,
dijo Jesús a un leproso, tras romper la ley y tocarlo con su mano.
Enseñó así que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob
es el mismo Amor que en sus manos sanaba.
Enseñó que la ley fue hecha para servir al hombre
de modo que lo sagrado es el bien y no la regla.
Sin embargo, el hombre corrió a proclamar su milagro
Jesús fue abrumado por multitudes
y tuvo que evitar las ciudades.
El Maestro curaba por compasión
pero el foco de su misión estaba en las almas
extender la vida eterna
desplegar el Amor.
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