Que en este sandial nada perturbe nuestra alegría
pues cada gigante de rojo dulzor
será devorado por niños
que comerán sus trofeos en grandes rodajas
manchando rostros, manos y ropa
atrayendo abejas y moscas
marcando la ternura con su rojo dulzor
Luego de comer
los niños cargarán su existencia con sandías
y con singular esfuerzo de mañana celeste
las llevarán como balones de rugby
hasta la Casa del Abuelo
para partirlas frente a "Sandía Calada"
y pedir al viejo poeta la historia de Roser
el Winnipeg
aquella España malherida
tanta luz
que ahora crece en nuestras vidas
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