Se
proyecta ante nosotros una obra de arte. La epopeya de Mildred Hayes para
castigar al asesino de su hija. Se
trata de una cinta notable por la manera de abordar el relato, por sus diálogos
inteligentes, la actuación deslumbrante de su protagonista, su notable banda
sonora.
Su director anglo irlandés Martin McDonagh, revela con ágil ritmo la historia y el espíritu de sus personajes, exhibiendo
un manejo del humor que facilita la empatía hacia los personajes y sus mundos
de ira, venganza, estupidez, corrección y racismo.
En el imaginario pueblo de Ebbing, Missouri, el arte vuelve al
tono exuberante de los dramaturgos
isabelinos y de Oscar Wilde, sutilmente invocados en el guión.
La película se da maña, para abordar
temas políticos, el racismo, los móviles interesados de la policía, la extrema
violencia de género, el descrédito ético de las iglesias, el poder de la
prensa, la impunidad militar, la fuerza ultraconservadora de la ruralidad
norteamericana.
La cinta aplica nociones budistas, los malos deseos
se imbrican a sucesos horrorosos
y la violencia causa un espiral de
fuego.
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