8 de febrero de 2017

Letra D.


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La puerta está entreabierta

De una en una, entran ideas al templo.

Molde y Reloj   son hermanas.

Celda y  Altitud  se saludan.

Catre  está  sonrosado.

Plomada exige lo justo.

Torre y Virtud se presentan.

Damasco perdona al verano.


La puerta está entreabierta.

Dolor tiene sus ojos cerrados.

Herida ha sellado su pena.

Llanura nos cede su amplitud.

Bufanda y Tilde  comienzan  su boda.

Multitud celebra y danza.

Oído y  Canción están de fiesta.




D

La (de) es la quinta letra con más palabras recogidas en el diccionario académico que empiezan por ella: 5.793, un 6’58%.

Procede de un ideograma egipcio que representa una puerta con una forma triangular que en efecto recordaba el trozo de piel que cerraba la puerta de las tiendas de campaña. Los fenicios la adaptaron simplificándola y le dieron el nombre de dalet (también los hebreos), que quiere decir ‘puerta’. Los griegos la tomaron llamándola delta, redondeándola en una de sus variedades. Así la adoptó el alfabeto latino, creando además una minúscula (d) por acomodación de la mayúscula a la escritura práctica. Y así llegaron la mayúscula y la minúscula al español.

Su sonido es muy parecido al de la t, pero más suave (al pronunciar la no vibran las cuerdas bucales, que sí lo hacen al pronunciar la d). Esta diferencia tan sutil explica que algunas palabras latinas cambiaran sus tes por des al ser adoptadas por el romance castellano: PATER > padre, MATER > madre,ACŪTUS > agudo, PRATUM > prado… No ocurrió así con el latín TRITĬCUM, cuya evolución fonética en el español fue trídigo > tridgo (hacia 1100) > trigo. En nuestro idioma, el sonido de esta letra se relaja unas veces hasta desaparecer y otras veces sufre transformaciones que la disimulan. La en las palabras que acaban en ~ado y la que aparece al final de una palabra (ardid, merced, ataúd) se pronuncian muy poco o nada.

Una que acabó desapareciendo fue la de odir (procedente del latín AUDĪRE), plasmada con frecuencia en el Cid y los textos de Berceo; pero pervive en todos sus derivados cultos: audible, audición, audiencia… Lo mismo sucedió con la de paradiso (voz de origen iránico que nos llegó a través del avéstico, el griego y el latín), perdida entre el Cid y Berceo; pero que se mantiene en su derivadoparadisíaco. Y también con la palabra radiz (Berceo la escribe con y sin d), procedente del latín RADIX, ~ĬCIS, que ha quedado reducida a raíz, aunque no así su derivado radical.




La historia de la letra D proviene de Curiosidiario.

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