Juan Luis Martínez |
Juan Luis Martínez observa el sobre en sus manos.
Le perturba y le agrada aquel olor de pegamento.
Agradece el ritual de estampillas.
Se despide de aquel pliego de páginas escritas y tachadas.
Allí extendió su poema.
Allí impuso su lápida con gruesa tinta.
Aquella carta viajará al Himalaya.
Estará con un hombre ciego.
Vivirá entre muñecas de tres hermanas.
Nadie la abrirá.
Será ceniza y nube en Japón.
Algo del poema quedó en la memoria de Juan Luis.
Estuvo en peleas y combates.
Cayó en pozos de memoria.
Fue la nada con su último silencio.
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