12 de mayo de 2014

Ayer en Madrid: Pan y Vino de Fraternidad



Mediodía en Madrid. Sector de Entrevías. Barrio de Vallecas. Mayo 11 de 2014.  La palabra libertad alumbra la fachada del  sencillo edificio en que funciona la Comunidad Parroquial San Carlos de Borromeo. Es un domingo de sol.

En silencio observamos el  ensayo de una obra teatral. Es la historia de la Comunidad. Sus conflictos con el  Obispo por permitir que la gente  hable durante el rito, emplear pan común, tener un cura que no se distingue por su vestimenta.

Termina el ensayo y  compartimos cervezas con los actores bajo un Olivo que  regala su sombra al extenso patio. Algunos se  representan a sí mismos en la obra. Conversan de sus días y de la muerte, la vida como un trámite, una de tantas gestiones perdidas en este Laberinto. Otros replican que en la vida hay una fuente de amor y una gran opotunidad de dicha.

Los  relojes dan la una y nos acercamos al mismo salón de la obra.  Javi, un cura moreno,   elevado sobre la mitad de su vida, preside el rito. Está dando cuenta de las contingencias de la comunidad. La situación de personas albergadas en su propia casa, seres que enferman y mueren en sus brazos,  sobrevivientes de la calle, veteranos del  dolor.

Me han dicho que puedo participar, pues  todo ser humano es bienvenido, abrazado, tratado como un Dios, tal como cantan, exhuberantes de dignidad y alegría.

Llegan entonces los excluidos,  aquellos que luchan contra sus adicciones, migrantes,  damas  de alcurnia con ojos de virtud, niños sin hogar, peregrinos solidarios, discapacitados,  anarquistas, personas de fe islámica, sacerdotes jesuitas,  espíritus de todas las índoles.

La ceremonia prosigue con la Lectura de la parábola del Buen Pastor ubicada en el Evangelio de Juan. Muy prepotente el tono de Jesús, afirman varias de las damas concurrentes, incluida la lectora del texto.  Otra sabia femenina, de  avanzada edad  y pequeña estatura, va más allá y expresa que habría que eliminar gran parte de los evangelios por sus expresiones ajenas al  amor.

Mi  guía, Fabián Murciano Gómez,  destaca  la alusión de Jesús a los pastores que se aprovechan de su rebaño  e identifica a   Jesús con el Amor.  Este  peregrino,  maravilloso renunciante a los bienes materiales, me presentó ante la comunidad como poeta chileno.

"Puede hablar Señor Poeta" expresó amablemente el Sacerdote. Partí por identificarme como no cristiano y a coro, muchos respondieron, "aquí  eso no importa”. Abordé entonces  la parábola, ligando su texto con la conexión que dice tener Juan con Jesús al afirmar que  se recostaba sobre  el corazón del Nazareno.

Sostuve que la expresión  “Yo soy la puerta” implica tener confianza en el amor que  irradia el ejemplo de Jesús. Cerré mi exposición destacando  que el Pastor de la Parábola  se ocupa también de las ovejas que no pertenecen a su redil y valoré ese pasaje por su fuerza ecuménica.

Prosiguió la conversación. Un acerdote Jesuita recordó que el Evangelio de Juan es el de los “Yo soy”, yo soy la puerta, yo soy la sal del mundo, yo soy la verdad y la vida, yo soy el camino, yo soy la resurrección, entre otras afirmaciones. Agregó  que son expesiones  acendradas  en la tradición hebrea. Cerró su exposición apuntando que más allá de todos esos perfiles, Jesús es Dios.

Un segundo sacerdote conectó la parábola del Buen Pastor con la dedicada a la oveja perdida, expresando que Jesús no es prepotente con sus ovejas, sino que tiene una preocupación especial por los seres que están en dificultades.

Una dama, la coreógrafa de la obra teatral,  levantó su mano para dar testimonio de la paz que le entregan las palabras de Jesús y las  heridas que dejó la heroína en su brazo fueron  signos evidentes  de su propia resurrección.

Concluido el debate,  el Sacerdote nos invitó a celebrar la fraternidad, compartiendo el  pan y el vino que nos esperaban sobre una sencilla mesa.

“Yo te nombro, libertad”  de Gian Franco Pagliaro,  comenzó a cantar nuestra gente. Fue entonces que comencé a llorar. Sentí  plena armonía entre el rito y las prácticas de la comunidad.  Sentí  que aquellas personas habían alcanzado el nivel de hermandad  celebrado por  Beethoven en su Sinfonía Coral. Sentí que todas las exclusiones que viví como niño  agnóstico  en Colegio Católico  eran superadas  por  esta experiencia espiritual de reconciliación.

Sentí que no estaba en la Iglesia de la Discriminación y la verdad aboluta,  aquella  que abusó de Galileo, llevó la hoguera a los diferentes y silenció a los Reyes Magos.

Varios minutos me costó recuperarme de tanta emoción.  Lo justo para participar en el cierre de la ceremonia. Todos tomados de las manos,  algo muy parecido, al círculo de unión que formamos  los masones.

Mas tarde, alguien me preguntó como somos los masones y le dije que somos como la Parroquia de Borromeo, sólo que no tan perfectamente integrados a nuestros prójimos.

En algún momento, el "Padre Nuestro", la profunda oración hebrea que alguna vez Ramiro de la Calle nos reveló en clave de iluminación espiritual.

Tras la ceremonia,  Javi invitó a defender casas de emergencia amenazadas de demolición,  marchar en la conmemoración de los bombazos en Atocha y participar en un festival de  hip hop.

Dejé un  ejemplar de “Iniciación y Poesía”  en las manos  de Javi, quien me preguntó si “vivo de la poesía”. Le respondo  con seguridad que efectivamente vivo de la poesía.

Antes de partir  tuve la oportunidad de abrazar a decenas de los presentes, recibir su cariño y su calor de humana ternura.

Muchos se quedaron a almorzar en comunidad, como es usual entre hermanos.

Quedé impactado y conmovido. Por ello,  dejaré de poner el acento en Crecer sin Dios, ahora prefiero Crecer en Unión, abrazado a creyentes y no creyentes.

Así que acabo de mudar de nombre a este blog.

Recreo, Mayo 12 de 2014.



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1 comentario:

Unknown dijo...

Hola, Gonzalo. Soy Paco, el autor de la obra que se ensayaba esa mañana de domingo en San Carlos. Yo estuve allí una mañana, también de domingo, y tuve la misma sensación que tú: nuestro proverbial ateísmo comulga con todo lo que allí sucede; diría, incluso, que se reencuentra con sus raíces.
Un abrazo.

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