Confucio escribió en su frente:
"Si ya sabes lo que tienes que hacer
y no lo haces, entonces estás peor que antes".
Con el tiempo,
la frase comenzó a replicarse en su pecho,
creció diminuta en sus orejas,
nació en sus manos arrugadas,
en sus nobles rodillas,
en el interior de sus lágrimas,
en sus párpados de hombre sabio.
La frase se copió
como un fantasma en sus espejos
y fue contagiando a los niños
a las hembras que pensaban en silencio
a los profundos y cansados poetas
a los reyes ahogados en sus miedos.
Así cayó el Reino del Norte
y el del Sur
Apenas costó a los bárbaros
abrir las puertas de las ciudades.
Apenas tuvieron fuerza para alzar
sus banderas blancas.
Hacía demasiado tiempo
que habían renunciado a su luz.
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