A los 45 años dejé de envejecer
Una alta estrella lo marcó en mi cielo
Sereno salí de mis tumbas
abrí la puerta del laberinto
y renací en la tierra.
Este texto conversa con Marguerite Duras en "El Amante".
“Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde. A los dieciocho años ya era demasiado tarde. Entre los dieciocho y los veinticinco años mi rostro emprendió un camino imprevisto. A los dieciocho años envejecí. No sé si a todo el mundo le ocurre lo mismo, nunca lo he preguntado. Creo que me han hablado de ese empujón del tiempo que a veces nos alcanza al transponer los años más jóvenes, más gloriosos de la vida. Ese envejecimiento fue brutal. Vi cómo se apoderaba de mis rasgos uno a uno, cómo cambiaba la relación que existía entre ellos, cómo agrandaba los ojos, cómo hacía la mirada más triste, la boca más definitiva, cómo grababa la frente con grietas profundas. En lugar de horrorizarme seguí la evolución con el interés que me hubiera tomado, por ejemplo, por el desarrollo de una lectura”.
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