Maribunda, maribinda, maribá
La naturaleza puso el placer
donde parecía imprescindible
Así aprendemos lo real
pararán pararán pamparan
pararán pararán pampán
- imagine aquí un limón o un membrillo-
Así crecemos
Así creamos
Así engañamos a la muerte
¡Por eso el máximo placer está en la mente!
Al caminar la razón sobre el inconsciente
¿O será al verre?
Tururín tutururín tantutu
Tururín tururín tantán
Al comprender
Dijeron cientos de niños
en el patio de cemento
Al probar un vaso de agua
cuando se tiene sed
dijo el profesor de lenguas
Al cantar
sintieron los sencillos
En la ola del orgasmo
dijimos muchos
entre grandes risas
y miradas benditas.
Al ver un hijo sano
reconocimos después.
Pero Erica
por años
la esposa de un psiquiatra
envidia al pene
con cierta ironía
pumpara pumpara pumpararán
porque busca copas vacías
y fecunda la humedad
- imagine aquí la lluvia-
de casas, túneles,
óvulos de sol.
Lo envidia
y sin pudor lo llama
borrador de comezones
helicóptero en medio de la selva
plenitud del poema
nave galáctica
poderosa llave de sol.
En lo que a mi concierne
como tengo pene
y aún se eleva hasta Venus
-yaaaaaaaaaaaaaaaaaaa-
me basta con inspirar
para que otra
lleve mi luz en su cuerpo
le de misteriosa forma
-imagine una estrella abrazando a un cometa-
sume alegrías y canciones
la alimente con su vida
la deje vivir en mis ojos.
Este texto es un pequeño homenaje al gran poema de Erica Jong, Envidia del Pene.
Envidia del pene
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad
el cuerpo de una mujer,
que esperan que su anhelo
haga un niño,
que su oquedad misma
fertilice lo oscuro.
Las mujeres no se hacen ilusiones sobre esto,
ya que son a la vez
casas y túneles,
copas y las que escancian el vino,
ya que conocen el vacío como estado temporal
entre dos plenitudes,
y no ven en ello ningún romance.
Si yo fuera hombre,
condenado a esa infinita vaciedad,
y no teniendo alternativa,
encontraría, como los otros, sin duda,
una mujer
para bautizarla Vientre de Luna,
Madona, Diosa del Cabello de Oro
y hacerla tienda de mi deseo,
paracaídas de seda de mi lujuria,
icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual,
madre de mi hambre.
Pero ya que soy mujer,
debo no sólo inspirar el poema
sino también escribirlo a máquina,
no sólo concebir al niño
sino también darlo a luz,
no sólo dar a luz al niño
sino también bañarlo,
no sólo bañar al niño
sino también alimentarlo,
no sólo alimentar al niño
sino también llevarlo
a todas partes, a todas partes...
mientras que los hombres escriben poemas
sobre los misterios de la maternidad.
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad.
El retrato de Erika Jong proviene de este sitio.
El poema de Erika Jong proviene de este sitio.
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