Llegué a mi casa de Recreo. Mi padre, mi tío Gastón y el Rey Juan Carlos, compartían un asado en traje de baño, reían y bebían cerveza en calzoncillos. Sin ceder del todo al relajado momento, le reproché al monarca su matanza de elefantes. El simpático anciano, casi sin inmutarse, me dijo: "Dicen que en cada bala regalamos al elefante un poco de nuestra alma".
Parte de un reciente sueño.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
si discrepas conmigo, me enriqueces.