17 de febrero de 2012

La educación de Enkidu


¡Vamos maga! ¡Deja tu ropa sobre el césped, dame tu pecho para alimentar mi alegría! ¡No gastes afanes en provocarme! ¡Ven, recibe mi fuerza, derrama mi luz sobre tu carne!

No te ocultes, muy pronto entraré en ti como una flecha y ocuparé tu cuerpo como una lengua de fuego. Venceré cada resistencia y recato. Seré como el sol abrazando a una sombra.

Ella, liberada de todo escrúpulo, dejó caer sus vestidos y franqueó las puertas de su templo al hombre del bosque, gigante velludo de extensa cabellera.

Él la poseyó en toda su ternura, desplegó su vela sobre aquella barca y hundió su raíz en la tierra, iluminándose con la gracia de su encanto.

La maga recibió el tornado con las armas de su arte. Acogió la carne en su espíritu. Mostró al salvaje las sutilezas de su trato. Mantuvo durante seis días y siete noches la conexión entre fuego y palabra, hasta convertir a Enkidu en un ser de comprensión, separándolo de las bestias y acercándolo a Dios.


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El texto es una reelaboración de un fragmento del "Poema de Gilgamesh", obra de la milenaria  tradición sumeria que sobrevivió en tabillas de arcilla y puede apreciarse en este sitio.

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